A medida que la economía mundial emerge de la conmoción del COVID-19, los bancos centrales de importancia sistémica se enfrentan a la nada envidiable tarea de decidir cuándo y con qué rapidez retirar las medidas de estímulo extraordinarias. Aunque no hay una respuesta fácil, existen criterios claros para mantener la credibilidad de las políticas.
No hay respuestas fáciles. Ambas partes de la cuestión exigen un juicio muy equilibrado para tener en cuenta las incertidumbres que siguen en juego. Los cambios de política de los principales bancos centrales pueden tener implicaciones de gran alcance para el bienestar económico y financiero, afectando no sólo a los directamente implicados, sino también a los numerosos países que acabarán "importando" los efectos de las decisiones.
Una forma sencilla de enmarcar el debate es pensar en un viaje por carretera. En el coche hay dos grupos que están de acuerdo en tres cosas: el "destino" es conseguir un crecimiento económico elevado, duradero, inclusivo y sostenible; la ruta para llegar a él dista mucho de ser recta; y el coche tiene un buen ritmo de avance.
A partir de ahí, los dos bandos discrepan. Un grupo cree que gran parte del trayecto restante será cuesta arriba y, por tanto, no le preocupan demasiado las curvas del camino. Prefieren mantener el pie en el acelerador, con el pedal a fondo, no sea que el vehículo se desacelere o se cale.
Los demás pasajeros prevén un viaje cuesta abajo con muchas curvas traicioneras. Con el vehículo ganando velocidad, este grupo preferiría soltar el acelerador y evitar el riesgo de un repentino "giro del freno de mano económico", como dijo recientemente Andy Haldane, ex economista jefe del Banco de Inglaterra.
Que piense usted que será cuesta arriba o cuesta abajo depende principalmente de su evaluación de tres cuestiones: el mercado laboral, el aumento de la inflación y el riesgo de no poder recuperarse rápidamente en caso de un error de política monetaria.
El gran rompecabezas del mercado laboral es que, a pesar de la enorme demanda, el mercado de trabajo es incapaz de encontrar un puesto de trabajo para los desempleados. La situación es especialmente cruda en Estados Unidos. Aunque los datos de la Encuesta de Ofertas de Empleo y Rotación Laboral de abril (los más recientes disponibles) muestran que hay un número récord de ofertas de empleo en EE.UU., más de nueve millones, la participación de la población activa sigue siendo obstinadamente baja, y el desempleo alto, en comparación con los niveles anteriores a la pandemia.
Para explicar este desfase, algunos apuntan a factores temporales y reversibles, como el cierre de escuelas, la mejora de las prestaciones del seguro de desempleo y la insuficiencia de guarderías, mientras que otros se preocupan por cuestiones a más largo plazo, como la alteración de la propensión al trabajo y el desajuste de las cualificaciones. En cualquier caso, es probable que el persistente mal funcionamiento del mercado laboral -en particular la lucha de los empresarios por encontrar empleados- provoque un mayor crecimiento de los salarios, posibilidad que alimenta la preocupación por la segunda cuestión.
¿Hasta qué punto es "transitoria" la inflación actual? Los partidarios del pedal a fondo están sorprendentemente convencidos de que el actual repunte de la inflación se invertirá bruscamente. A medida que avance el año, esperan que los efectos de base desaparezcan junto con los desajustes de la oferta y la demanda.
Otros, entre los que me incluyo, no están tan seguros, debido a la probabilidad de que persistan los cuellos de botella en la oferta, los cambios en las cadenas de suministro y los desafíos duraderos en la gestión de inventarios. Probablemente necesitaremos muchos más meses de datos antes de poder ofrecer evaluaciones convincentes de estas variables.
Mientras tanto, los responsables políticos deben ser conscientes de los riesgos asociados a cualquier curso de acción, incluida la inacción. Ante tal incertidumbre, es prudente preguntarse no sólo qué podría salir mal, sino también cuáles serían las consecuencias de un error político. En las condiciones actuales, un paso en falso podría tener efectos de largo alcance y duraderos.
Los que están a favor de continuar con las políticas monetarias de aceleración argumentan que los banqueros centrales todavía tienen herramientas para superar la inflación si ésta persiste. Pero, como se apresuran a señalar los partidarios del descenso, esas herramientas son cada vez más ineficaces y difíciles de calibrar. Por ello, un banco central que se quede atrás puede verse obligado a pisar el freno, arriesgándose a una recesión económica y a la inestabilidad de los mercados financieros. El riesgo de la inacción (o la inercia) en este caso puede ser mayor que el de actuar a tiempo.
En el actual debate político, este marco de toma de decisiones ofrece una mayor claridad en los límites. Por ejemplo, hay razones de peso para que la Reserva Federal de Estados Unidos empiece a levantar el pie del acelerador. El crecimiento económico es boyante, la política fiscal también es extremadamente expansiva y tanto las empresas como los hogares tienen importantes ahorros acumulados que ahora gastarán. Las condiciones están ahora maduras para que la Fed comience a reducir, de forma gradual y cuidadosa, su programa de compra de bonos desde su actual ritmo de 120.000 millones de dólares al mes.
El Banco Central Europeo, sin embargo, se encuentra en una posición diferente. Aunque el crecimiento de la eurozona se está recuperando, el nivel de apoyo fiscal no es tan fuerte como en Estados Unidos, y la recuperación del sector privado no está tan avanzada.
El caso más difícil de evaluar es el del Reino Unido. Con el crecimiento, el apoyo fiscal y las perspectivas del sector privado más equilibradas, no es de extrañar que dos banqueros centrales muy respetados, Haldane y el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, se encontraran en lados opuestos del debate este mes.
Otros banqueros centrales de todo el mundo pueden tener la tentación de pensar que son simples espectadores en todo esto. No es así. La Reserva Federal, el BCE y el Banco de Inglaterra tienen una importancia sistémica: sus acciones suelen tener importantes efectos indirectos (tanto positivos como negativos) en la economía mundial.
Como tales, los banqueros centrales de otros países deberían realizar sus propios análisis de escenarios y formular planes de respuesta adecuados. No hay nada malo en esperar que tres bancos centrales de importancia sistémica lleguen a su destino sin problemas. Pero el viaje está lejos de haber terminado, y el riesgo de que alguno resbale no es despreciable.
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Fuente / Autor: Advisor Perspectives / Mohamed A. El-Erian
https://www.advisorperspectives.com/commentaries/2021/07/06/central-banking-fast-and-slow
Imagen: Data Driven Investor
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