El gobierno de Joe Biden acaba de prohibir la venta de bombillas incandescentes tradicionales, completando así un proceso de retirada progresiva de varios años que se remonta a la legislación de 2007.

Aunque las bombillas LED, más eficientes energéticamente, ahorrarán dinero a los consumidores en la factura de la luz y reducirán las emisiones de carbono, en cierto modo esta transición representa un fracaso de la tecnología y los mercados.

Las bombillas incandescentes tienen cualidades nefastas desde el punto de vista de la sostenibilidad, ya que desperdician grandes cantidades de energía en forma de calor. Sin embargo, proporcionan una luz más cálida y atractiva, más agradable a la vista. Las bombillas fluorescentes y las primeras bombillas LED nunca estuvieron a la altura en cuanto a calidad y atractivo para los consumidores.

Los mercados no lograron impulsar innovaciones que resolvieran este dilema: una bombilla mejor que aunara sostenibilidad y atractivo. Así que la regulación gubernamental se convirtió en la palanca para forzar el cambio, eliminando la capacidad de elección del consumidor.

Los críticos verán en ello una extralimitación injustificada del Estado en las libertades y decisiones personales.

Hay ámbitos, como los proyectos de energía limpia a gran escala, en los que la intervención pública está justificada por las necesidades de capital. Pero la incapacidad de las empresas para crear una bombilla de bajo consumo universalmente atractiva representa un fracaso de la tecnología y del libre mercado.

En lugar de una regulación de mano dura, se necesitan soluciones que alineen mejor los incentivos empresariales con la sostenibilidad.

Tal vez la tarificación del carbono o los descuentos para bombillas de bajo consumo habrían estimulado orgánicamente las innovaciones deseadas. El libre mercado ha conseguido impulsar innovaciones que alinean los incentivos empresariales y los deseos de los consumidores en otros ámbitos, como el uso compartido del coche y los viajes compartidos. Empresas como Uber, Lyft y Waze han creado plataformas que reducen el tráfico, la contaminación y la demanda de aparcamiento, al tiempo que permiten a las empresas beneficiarse de las tarifas y los ingresos por publicidad generados a través de las aplicaciones.

Gracias a una combinación de mejoras tecnológicas (como el GPS) y un marketing inteligente, compartir coche y trayecto no se ve como un sacrificio para los consumidores ni como una obligación del Gobierno, sino como un producto superior que hace la vida más fácil. En el caso de las bombillas, deberían haber surgido orgánicamente soluciones similares que beneficiasen a todos, sin necesidad de una prohibición gubernamental.

Esta oportunidad perdida pone de relieve la necesidad de soluciones creativas que no dependan únicamente de los palos del gobierno para impulsar el cambio.

La transición a productos más sostenibles debe parecer una mejora para los consumidores, no un sacrificio.

Hay que seguir trabajando para armonizar mejor los deseos de los consumidores, los intereses de las empresas y las necesidades de la sociedad. Las verdaderas innovaciones conjugan las tres cosas.


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Fundado en 2010 por Craig Shapiro, Collaborative Fund es una empresa de capital riesgo centrada en la provisión de financiación inicial y de etapas iniciales a empresas en las áreas en las que ven las mayores oportunidades: Ciudades, Dinero, Consumo, Niños, Salud.


Fuente / Autor: Collaborative Fund / Craig Shapiro

https://collabfund.com/blog/the-end-of-the-incandescent-light-bulb-a-failure-of-technology-and-markets/

Imagen: iStock

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