Si a principios de enero nos hubieran descrito todo lo que iba a suceder en el mundo y la economía global y luego nos hubieran pedido que adivináramos dónde estaría el mercado, no habríamos adivinado que estaría a los niveles donde se encuentra. 

Observando el mercado bursátil estadounidense, lo primero que se nos viene a la mente es que seguramente está alejado de la realidad económica. El S&P 500 está sólo a un pequeño porcentaje de donde comenzó el año 2020.

En apariencia parece que las acciones descuentan una versión increíblemente optimista del futuro. En esa versión todo vuelve a la normalidad como si no hubiera pasado nada; básicamente acabamos de entrar y de salir rápidamente de una fuerte recesión y los beneficios han vuelto a la normalidad previa al coronavirus. Aunque es posible, no es muy probable, a juzgar por lo que estamos viendo. En cualquier escenario, habrá cerca de 10 billones de dólares de deuda adicional en los balances del gobierno y la Reserva Federal. 

Se ha usado la palabra descuento. Para descontar algo, traemos al presente las ganancias futuras (flujos de caja) a una tasa de descuento para obtener dólares de hoy. La Reserva Federal compró trillones de dólares de bonos del Tesoro de EE.UU. y bonos corporativos de calidad discutible a través de ETFs, llevando los tipos de interés a casi cero y bajando el tipo de descuento. Así que el comportamiento del mercado en gran medida refleja no la suma de escenarios futuros, sino la tasa de descuento mucho más baja a la que se descuentan estos escenarios.

Como la Reserva Federal está comprando, la música sigue sonando, y los inversores siguen bailando (especulando). La codicia ha vuelto. Parece que esta música seguirá sonando. ¿Lo hará?

La economía es un sistema orgánico muy complejo creado por billones de transacciones individuales. La participación de la Reserva Federal introduce materia inorgánica en el ecosistema que lentamente lo envenena y atrofia. La participación activa de la Reserva Federal distorsiona la determinación de los precios (precios más altos conducen a una mayor demanda y viceversa), ya que manipula el precio del producto básico más fundamental del sistema: los tipos de interés (el precio del dinero).

La compra de bonos basura por parte de la Fed a través de los ETFs nos ha acercado a una economía “zombi". Ha dado un nuevo impulso vital a una mayoría de empresas moribundas que de otra manera habrían perecido. Pero es fácil sentarse y criticar. Quizás si hubiéramos dirigido la Reserva Federal en marzo de 2020, probablemente habríamos hecho lo mismo, pues el posible coste de no hacer nada habría sido una depresión global. La conclusión es que la Reserva Federal estimuló temporalmente una enorme cantidad de codicia en un sistema que temblaba de miedo. 

No invertimos en la economía que nos gustaría tener, sino en la que tenemos. Sin embargo, este baile no puede durar para siempre o en algún momento la Reserva Federal será dueña de todos los activos financieros y la economía de los EE.UU. se convertirá en algo muy bien envuelto, pero con un estado real desastroso. 

Mientras reflexionan sobre esto, aquí va otra observación.

Si se mira más profundamente bajo el capó del mercado, veremos que hay una gran dicotomía entre las acciones de bytes y las de átomos. Si comparamos el rendimiento del índice S&P 500 por capitalización de mercado con su primo menos conocido, el S&P 500 de igual ponderación, veremos una importante disparidad en sus rendimientos.

En la versión ponderada por capitalización de mercado, los cinco principales valores (los cinco miembros de la banda FANGAM, Facebook, Amazon, Netflix, Google, Apple, Microsoft) representan hoy el 21% de su capitalización (la última vez que esto sucedió fue en 1999) y por lo tanto el 21% de los rendimientos. En el índice de igual peso, representan sólo el 0,1% de los rendimientos (son sólo 5 de 500 acciones).

Hasta la fecha, el S&P 500 ha bajado un 6% en el año, mientras el índice de igual ponderación ha bajado un 16%. El virus ha sido mucho más amable con los bytes que con los átomos; ha beneficiado a esas empresas, ya que nuestro mundo se ha vuelto un poco más virtual y los átomos se han visto afectados por el distanciamiento social. El problema es que los bytes estaban muy caros al entrar en la crisis del coronavirus, y están aún más caros (a menos que sus resultados hayan mejorado en mayor medida que la apreciación de sus acciones, lo que es posible pero poco probable, con la posible excepción de Amazon).

Así como cualquier propaganda necesita un cierto germen de verdad para crecer, también lo necesitan las burbujas. Las FANGAM son compañías increíbles (germen de la verdad), y funcionan mejor en un mundo infestado de virus (otro germen de la verdad), pero en el fondo, su existencia se basa en un mundo que está hecho de átomos, no de bytes.

Por ejemplo, el negocio de publicidad de Google seguirá ganando cuota de mercado de las formas no digitales de publicidad, pero las empresas basadas en átomos son la mayor fuente de ingresos publicitarios de Google. Si al mundo de los átomos no le va bien, tampoco le irá bien a Google. Además, la ley de los grandes números suele hacer efecto en algún momento: una compañía no puede crecer a tasas supra normales para siempre o se hará más grande que el mercado al que sirve.

Las acciones Nifty Fifty nos vienen a la mente. Estas fueron las 50 acciones, el quién es quién de los 60, que hicieron grande a América (entonces): Coca Cola, Disney, IBM, Philip Morris, McDonalds, Procter & Gamble... Aunque hoy en día miramos a algunas de ellos como lo que fueron, en los años 60 y 70 el mundo era su jardín.

Aunque era difícil imaginar en los años 70 que alguna de estas compañías no seguiría brillando en el futuro, son un recordatorio útil de que incluso las grandes compañías se malogran. Avon, Kodak, Polaroid, General Electric, Xerox eran todas Nifty Fifties, y todas se fueron a la quiebra o se dirigen a la irrelevancia.

En los años 60 y principios de los 70 estas acciones tenían una sola regla: ¡comprar! Se compraban, y se compraban, y se compraban. Eran grandes compañías y prestar atención a cuánto se pagaba por ellas era irrelevante. Hasta que…

Se puede decir que las “Nifty FANGAM” no es tan caras como las Nifty Fifty en 1972. Lawrence Hamtil ha creado el siguiente gráfico, usando datos reunidos por el blog The Brooklyn Investor, que divide las acciones de las Nifty Fifty en dos grupos: una cesta barata cotizando a unas 28 veces sus beneficios y otra cesta cara a unas 60 veces más o menos. Ni la cesta barata ni la cara lo hicieron bien en la década de los 70. Hoy en día, las acciones FANGAM se acercan más a la valoración de la cesta barata.

Fuente: Contrarian Edge, Brooklyn Investor, Morningstar


Si se hubiese comprado y mantenido Coca-Cola o McDonald's en 1972 (o cualquier otro valor de las Nifty Fifty), habríamos experimentado una dolorosa década sin ganancias; de hecho, en ciertos momentoss habríamos estado perdiendo un 50% o más. Coca Cola era una gran compañía en 1974 como lo era en 1972, pero las acciones bajaron un 50% desde su máximo. De acuerdo, Coca Cola cotizaba a 47 veces sus ganancias en 1972, pero incluso una compañía como Procter & Gamble que cotizaba a "sólo" 32 veces sus ganancias en 1972, bajó casi un 50% en 1974 desde su máximo en 1972. Hubo que esperar hasta principios de los 80, una década, para que los inversores que compraron las Nifty Fifties en el pico alcanzaran el punto de equilibrio, y esto aplica a casi todas ellas.


Fuente: Contrarian Edge


En el mundo actual, mucho menos paciente, esa década bien podría parecer eterna.

Hay que destacar algunos aspectos. Primero, los tipos de interés y la inflación eran mucho más altas en los 70 y principios de los 80.  Actualmente, los tipos están en cero, yendo a negativo, y la globalización fue deflacionaria, por lo tanto, la desglobalización será probablemente inflacionaria; pero la automatización puede amortiguar este impacto inflacionario, al menos en parte. Si tenemos tasas negativas, entonces por un lado debería aumentar la relación precio/beneficios de las acciones (paradójicamente, cuanto más lejos esté el flujo de caja de una empresa en el futuro, más vale en dólares de hoy, algo que tampoco tiene mucho sentido para nosotros) y por otro, tipos negativos significarían que estamos en un entorno económico desesperado y por lo tanto los beneficios están cayendo.

En un entorno inflacionista, la mayor parte del crecimiento de las ganancias será devorado por la disminución de la ratio precio/beneficios, como ocurrió en los años 70.

Otra cuestión: si hubiéramos tenido muchos Nifty Fifties durante 20 años, de 1972 a 1992, éstos habrían generado un rendimiento decente (más del 10%) pero, aunque esto suena bien en teoría, la mayoría de los inversores no habría sido pacientes después de una década de no tener o tener rendimientos negativos y por lo tanto no habrían mantenido las acciones para ver los frutos en la década de los 80. En otras palabras, los accionistas que compraron las acciones en 1970 no fueron los que se beneficiaron de las ganancias a finales de los 80.

Hoy en día, las Nifty FANGAM se han convertido en acciones de una sola regla: ¡compra! (independientemente del precio). Si no las has tenido en la última década, tu cartera ha tenía un enorme viento en contra.

Pero lo que los Nifty Fifties nos enseñaron es que la grandeza de la compañía y el crecimiento pasado no son suficientes. La valoración inicial, lo que realmente pagas por el negocio, es importante. Las grandes compañías seguirán siendo grandes cuando sus acciones bajen mucho y tengan una década sin rendimientos. Dividendos aparte, los retornos de las acciones a largo plazo no sólo son impulsados por el crecimiento de las ganancias, sino también por lo que hace el múltiplo precio/beneficios. Si esa relación es alta, suele revertir a la media (disminuye) erosionando el rendimiento que se recibe del crecimiento de las ganancias. 

Los años 70 fueron hace casi 50 años, de acuerdo. Busquemos los gráficos de las acciones de Microsoft, Cisco Systems, Coca Cola y Wal-Mart de finales de los 90, y veremos que la historia se repite, una y otra vez.


Fuente: Contrarian Edge


Lo que pagamos, incluso por una gran empresa, es importante. Hay más compañías en el mercado que las FANGAM, aunque no ha sido así últimamente. El mercado, y muchas carteras, dependen enormemente de ellas, algo que ha sido fantástico en la subida, en su camino a convertirse en gigantes, y cuando su cuota de mercado se duplicó en tres años y medio, desde el 10% de enero de 2017 a casi el 20% actual.

Pero si caen los precios de sus acciones, y hemos visto que ocurre, como otros gigantes anteriores han descubierto, el impacto de estas cinco empresas va a ser proporcional a su gran tamaño.


Vitaliy Katsenelson, CFA es el CEO de IMA. Vitaliy ha escrito dos libros sobre inversiones, que fueron publicados por John Wiley & Sons. Está trabajando en un tercero (puede leer un capítulo del mismo, titulado "Los 6 mandamientos de la inversión de valor" aquí). Puede leer los artículos de Vitaliy en ContrarianEdge.com. Puede encontrar versiones de audio de sus artículos en investor.fm.


Fuente / Autor: Contrarian Edge / Vitaly Katsenelson

https://contrarianedge.com/nifty-faang-and-other-one-decision-investment-strategies/

Imagen: Seeking Alpha


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