Llevo casi un año argumentando que la inflación de los precios al consumo en EE.UU. se solidificaría tras un periodo de desinflación favorable hasta finales de 2023. Los últimos datos, los terceros consecutivos, son una prueba de que este escenario se está cumpliendo.

La medida anualizada de la inflación subyacente a tres meses es ahora del 4,5%, notablemente superior a las medidas correspondientes a seis y doce meses. Sin embargo, lo que aún no se ha reconocido ampliamente son las implicaciones políticas de esta situación si el objetivo es mantener el excepcionalismo económico que ha servido bien a EE.UU. hasta ahora.

En su nivel simplificado, la continuación de la desinflación favorable de EE.UU. requería que los aumentos de precios en el sector servicios se moderaran a un ritmo significativamente más rápido antes de que los descensos de precios rotundos que hemos visto en los bienes invirtieran su curso. Esto no está ocurriendo. De ahí el giro al alza de los indicadores de inflación y la drástica revalorización por parte del mercado de los recortes de tipos de interés previstos por la Reserva Federal, que han pasado de siete a principios de 2024 a menos de dos en la actualidad.

Esta revalorización por parte de los operadores es coherente con la visión de una Fed muy dependiente de los datos. Los responsables políticos, atormentados por su flagrante error al calificar la inflación de 2021 de transitoria y por el recuerdo de los errores de política monetaria de los años setenta, tenderán a estar muy influidos por los datos retrospectivos a la hora de decidir cómo alcanzar el objetivo de inflación del 2% del banco central. Y ello a pesar del reconocimiento generalizado de que sus instrumentos de política actúan con retardo.

Ahora más analistas esperan que el presidente de la Fed, Jerome Powell, abandone su narrativa de los últimos dos meses de que nada ha cambiado en el panorama favorable de la inflación. En lugar de esperar que se trate de factores estacionales, calculan que cambiará a un tono más duro, como hizo finalmente en noviembre de 2021 cuando, ante el Congreso, retiró la palabra transitorio del vocabulario de la Fed antes de que la inflación alcanzara un máximo de más del 9%.

Ese giro de 2021 fue el correcto, por poco cualificado y tardío que fuera. El probable próximo giro es más delicado.

Como vengo sosteniendo desde hace tiempo, la economía mundial opera en un paradigma diferente, el de una oferta agregada insuficientemente flexible, frente al régimen de demanda agregada insuficiente de la década de 2010. Las consecuencias inflacionistas son más agudas para EE.UU. debido a su fortaleza económica y financiera que para las otras dos regiones económicas de importancia sistémica, China y la Eurozona. En ausencia de otro error de la política de la Fed, estas fortalezas se reflejarían en un persistente excepcionalismo económico de EE.UU. en 2024, incluso dentro del Grupo de los Siete países.

En lugar de mantener una función de reacción política anclada en una excesiva dependencia de los datos retrospectivos, la Fed haría bien en aprovechar esta oportunidad para emprender un pivote tardío hacia una visión más estratégica de las perspectivas seculares. Este giro reconocería que el nivel óptimo de inflación a medio plazo para EE.UU. está más cerca del 3% y, como tal, daría a los responsables políticos la flexibilidad necesaria para no reaccionar de forma exagerada a los últimos datos de inflación.

Como expliqué en una columna el mes pasado, este camino no implicaría un cambio explícito e inmediato del objetivo de inflación, dado el grado en que la Reserva Federal lo ha sobrepasado en los últimos tres años. En su lugar, se trataría de una progresión lenta. Concretamente, la Reserva Federal "primero aumentaría las expectativas sobre el momento en que se alcanzaría el 2% y luego, bastante más adelante, pasaría a un objetivo de inflación basado en una horquilla, digamos del 2% al 3%".

Al hacerlo, gana una importante opcionalidad política al tiempo que minimiza la amenaza tanto de desanclar las expectativas inflacionistas como de dañar aún más su credibilidad.

Aunque no exento de riesgos, este enfoque político tendría un mejor resultado global para la economía y la estabilidad financiera que uno en el que la Reserva Federal aplicara una política monetaria excesivamente restrictiva. Permitiría mantener el excepcionalismo económico de Estados Unidos en lugar de ser víctima de una innecesaria y brusca ralentización del crecimiento en la que segmentos vulnerables de la población pierdan empleos y salarios después de que su poder adquisitivo y sus ahorros se vieran considerablemente erosionados por el repunte de la inflación de 2022. Y, como se argumentaba en la columna anterior, sería especialmente impactante si se acompañara de medidas gubernamentales centradas en mejorar la participación de la población activa, actualizar las cualificaciones, mejorar las infraestructuras y asociarse con el sector privado para alimentar futuros motores de crecimiento en campos como la inteligencia artificial generativa, las ciencias de la vida y la energía verde.


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Fuente / Autor: Advisor Perspectives / Chloe Nadia Halim

https://www.advisorperspectives.com/articles/2024/04/11/fed-faces-big-risk-not-the-one-many-think

Imagen: Bloomberg

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