Al igual que Ludwig von Mises y Murray Rothbard, Tom DiLorenzo es un economista con un extraordinario conocimiento de la historia, lo que demuestra con creces en su brillante nuevo libro. En él, subraya que los economistas que no logran comprender cómo funciona el libre mercado a menudo conciben elaboradas teorías para demostrar los "fallos del mercado", pero cuando se examinan a la luz de la evidencia histórica, estas teorías se vienen abajo.

Como ejemplo paradigmático de ello, Paul Samuelson en su Economics, durante décadas el libro de texto universitario más influyente, acusaba al mercado de no ajustarse al ideal de bienestar de la "competencia perfecta". Al respecto, DiLorenzo dice:

"Ese estado de competencia perfecta que nunca se hará realidad en ningún lugar de la Tierra es aquel en el que todos los productos de cada industria son idénticos; son producidos por "muchas" empresas; todos cobran el mismo precio; todos tienen información perfecta... y hay entrada libre o sin costes en cada industria y salida libre de la misma. A lo largo de los años se añadieron otros supuestos igualmente poco realistas, pero estos fueron siempre los principales. Esta quimera se convirtió en la nueva concepción de lo que constituía la 'competencia', al menos entre los economistas académicos." (págs. 30-31)

Los partidarios de este punto de vista utilizaron el modelo de competencia perfecta para exigir la disolución de las grandes empresas. ¿No podían los "monopolistas" aplicar "precios predatorios" para asegurar su posición frente a los competidores? DiLorenzo no encuentra pruebas históricas de que tal cosa haya ocurrido nunca.

"De hecho, a día de hoy no hay constancia de que ninguna empresa haya conseguido un monopolio mediante precios predatorios. Sin embargo, ha habido cientos de demandas antimonopolio basadas en esta teoría, la mayoría de ellas demandas privadas en las que una empresa demanda a un competidor por bajar sus precios. Piénselo: en nombre de la protección del consumidor, la normativa antimonopolio permite a las empresas demandar para 'proteger' a los clientes de los precios más bajos de sus competidores." (pág. 38)

Por desgracia, la competencia perfecta dista mucho de ser el único caso de un supuesto "fallo del mercado". Los críticos sostienen que los "bienes públicos", bienes que no son rivales ni excluyentes, no pueden suministrarse adecuadamente en el mercado libre. Por ejemplo, un sistema de defensa con misiles guiados protege a todos los habitantes de un territorio, no sólo a los clientes dispuestos a pagar por él; y, dado el gran número de consumidores de este bien, en un mercado libre la gente podría "aprovecharse", imaginando que otros soportarían la carga. La conciencia general de este fenómeno hará que todo el mundo sea reacio a pagar, ya que incluso quienes desean el bien preferirían no pagar por él.

"¡Fuera esta endeble teoría!", dice DiLorenzo: también carece de apoyo histórico:

"Otro problema de la teoría del 'free-rider problem' es que hay ejemplos a nuestro alrededor de individuos y grupos privados que proporcionan innumerables tipos de bienes y servicios que son 'no rivales' y 'no excluibles'. Los estadounidenses son probablemente las personas más caritativas del mundo.... La mera existencia de muchas organizaciones benéficas privadas demuestra que el problema del parasitismo no es ni mucho menos tan grave como los estudiantes de economía creen..... Especialmente a nivel estatal y local, es difícil pensar en algún servicio prestado por los gobiernos que no sea prestado también por empresas privadas (u organizaciones privadas sin ánimo de lucro), normalmente a una fracción del coste y con mayor calidad y servicio al cliente." (págs. 67-69)

DiLorenzo encuentra un patrón general que subyace al fracaso de todos los diversos ataques al libre mercado. En el mercado libre, los empresarios tienen un incentivo para satisfacer a los consumidores, ya que ese es el camino para obtener beneficios. Los burócratas del gobierno no tienen ese incentivo; al contrario, son libres de buscar "poder y beneficio", como decía Murray Rothbard. DiLorenzo expone esta idea clave de la siguiente manera:

"Los beneficios y las pérdidas son las varas de medir de lo bien que lo está haciendo una empresa a la hora de servir a sus clientes. Unos beneficios crecientes significan que se está haciendo un trabajo cada vez mejor en ese sentido; las pérdidas significan lo contrario. En un mercado libre, nadie está obligado a comprar nada a nadie .... En las burocracias gubernamentales, el fracaso es el éxito. Cuanto peor van las escuelas públicas, más dinero reciben en el presupuesto del año siguiente. Cuanto más tiempo fracasa el gobierno en la Guerra contra la Pobreza, más dinero reciben las agencias contra la pobreza. Cuanto más duran las guerras fracasadas que nunca se ganan, más se enriquecen el Pentágono y el establishment militar-industrial. Y así sucesivamente." (págs. 121-23)

Si el libre mercado es mejor que una economía dirigida centralmente, al elegir la política adecuada debemos tener cuidado de que tenemos el artículo genuino, no una falsificación. A modo de ejemplo, DiLorenzo destaca en primer lugar las falacias del proteccionismo. "La principal de ellas es la estafa del 'Buy American', diseñada para hacer creer a la gente que el proteccionismo salvará de algún modo los puestos de trabajo estadounidenses. La verdad es que el proteccionismo puede preservar temporalmente algunos empleos en la industria protegida, pero siempre a costa de destruir otros empleos estadounidenses en otros lugares y de saquear a los consumidores estadounidenses con precios más altos." (pág. 178).

Pero, según él, los acuerdos comerciales internacionales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no promueven de hecho el libre comercio, sino que lo someten al control gubernamental.

"Que los políticos llamen a algo 'acuerdo de libre comercio' no significa que lo sea. Siempre eligen nombres que suenan maravillosos para su legislación, que en realidad suele ser obra de decenas de codiciosos grupos de presión en busca de rapiña. Este fue el caso del TLCAN, que eran unas 2.400 páginas de regulación burocrática y planificación central del comercio entre Estados Unidos, Canadá y México y el resto del mundo. Contenía novecientas páginas de aranceles, lo contrario del libre comercio."  (págs. 181-82)

Como ya se ha mencionado, DiLorenzo tiene un amplio conocimiento de la historia, y lo pone en práctica de forma ejemplar en su discusión sobre el impuesto federal sobre la renta, que, nos recuerda acertadamente, el gran autor de la Vieja Derecha Frank Chodorov llamó "la raíz de todos los males". Por mucho que odiemos pagar impuestos, la frase de Chodorov puede parecer exagerada, pero, nos recuerda DiLorenzo, tenía razón.

"Los estadounidenses se habían convertido literalmente en esclavos del Estado, decía Chodorov, pues lo que el gobierno decía ahora a sus ciudadanos era: 'Vuestras ganancias no son exclusivamente vuestras. Tenemos derecho a ellos, y nuestro derecho es anterior al vuestro. Os permitiremos conservar una parte, porque reconocemos vuestra necesidad, pero no vuestro derecho... La cantidad de vuestros ingresos que podéis conservar para vosotros viene determinada por las necesidades del gobierno, y vosotros no tenéis nada que decir al respecto'. En otras palabras, el impuesto sobre la renta fue el mayor ataque al principio de la propiedad privada en la historia de Estados Unidos." (pág. 163) 

Basándose en el gran libro de Felix Morley, Freedom and Federalism (Libertad y federalismo), al que califica de "el mejor libro jamás escrito sobre el federalismo estadounidense" (pág. 165), DiLorenzo afirma que el impuesto federal sobre la renta eludió la autoridad de los Estados sobre sus ciudadanos. Además, "esencialmente convirtió a la mayoría de los gobiernos estatales en marionetas del gobierno 'federal' una vez que éste dispuso de fondos suficientes con los que sobornar o amenazar a los estados para que se plegaran a su voluntad concediendo o reteniendo 'ayudas a los estados'." (pág. 165).

El magistral libro de Tom DiLorenzo pone de manifiesto de forma insuperable que el libre mercado se basa en el intercambio mutuamente beneficioso. Cita a Adam Smith: "Quien ofrece a otro un trato de cualquier tipo se propone hacer lo siguiente: Dame lo que yo quiero, y tú tendrás lo que tú quieres, es el significado de toda oferta de este tipo; y es de esta manera como obtenemos unos de otros la mayor parte de los buenos oficios que necesitamos" (pág. 5). Smith, por cierto, alude aquí al latín do ut des, "yo doy para que tú des", importante en la religión y el derecho civil romanos). El libro es, como dice David Stockman, un digno sucesor de Economics in One Lesson de Henry Hazlitt.


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El Mises Institute existe para promover la enseñanza y la investigación en la escuela austriaca de economía, y la libertad individual, la historia honesta, y la paz internacional, en la tradición de Ludwig von Mises y Murray N. Rothbard. Estos grandes pensadores desarrollaron la praxeología, una ciencia deductiva de la acción humana basada en premisas que se sabe con certeza que son verdaderas, y esto es lo que enseña y defiende. Su trabajo académico se basa en la praxeología de Mises, y en la oposición consciente a los modelos matemáticos y a las pruebas de hipótesis que han creado tanta confusión en la economía neoclásica.


Fuente / Autor: Mises Institute / David Gordon

https://mises.org/wire/review-politically-incorrect-guide-economics

Imagen: Mises Institute

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