Salvo algunas excepciones, varios procedimientos epistemológicos de la ciencia económica están fuertemente influenciados por la fuerza del empirismo o del positivismo lógico. En consecuencia, cada vez encontramos más compartimentada la ciencia económica en varias escuelas metodológicas que, en diversos grados, se empeñan en importar los métodos de las ciencias naturales en detrimento de la propia tarea de la economía.
Dentro de la economía, existen marcos metodológicos arraigados que favorecen en gran medida las mediciones con el objetivo de hacer predicciones empíricas denominadas «falsables». Este jugueteo con el positivismo en el estudio de la acción humana ha llevado a una tendencia generalizada a malinterpretar los precios como medidas de valor, dado el estrecho vínculo entre ambos. Es tarea de este artículo refutar esta falacia generalizada y restablecer la clara distinción entre las categorías praxeológicas de «valor» y «precio».
La medición presupone un patrón inmutable sobre el que se realizan los cálculos en relación con entidades cambiantes. En las ciencias naturales existen patrones relativamente fijos que se emplean posteriormente como medios para establecer magnitudes y diversos grados de relación cuantitativa entre entidades (por ejemplo, espacio, volumen, longitud, anchura, tiempo, etc.). La condición de fijeza de ciertos fenómenos naturales hace propicio que los físicos y teóricos de las diversas ciencias naturales realicen experimentos a escala y hagan predicciones comprobables.
Sin embargo, la situación es diferente en el campo de la acción humana, objeto de las ciencias sociales y económicas. Aquí no se dan todas las condiciones que justifican la medición. Los fenómenos en el ámbito de la acción humana son el resultado de una compleja interacción de factores cuyas relaciones cuantitativas específicas no son fácilmente accesibles para el investigador. En pocas palabras, no somos capaces de discernir las relaciones constantes que harían posible la medición en el ámbito de la acción humana. Y, aunque las relaciones constantes se manifiesten en determinadas condiciones, son meramente históricas y no teóricas.
Además, la ciencia económica no carece de métodos científicos de medición, sino que debido a la naturaleza de su objeto de estudio -la acción humana- carece de condiciones en las que puedan aplicarse las técnicas de medición. Mises comenta lo siguiente en La Acción Humana:
“La impracticabilidad de la medición no se debe a la falta de métodos técnicos para el establecimiento de la medida. Se debe a la ausencia de relaciones constantes. Si sólo se debiera a la ineficacia técnica, al menos sería posible una estimación aproximada en algunos casos. La economía no es, como repiten una y otra vez los positivistas ignorantes, atrasada porque no sea «cuantitativa». No es cuantitativa y no mide porque no hay constantes.”
El científico social recurre a otros métodos para establecer el conocimiento aparte de los de las ciencias naturales. Mises, al destacar los procedimientos epistemológicos de las ciencias sociales, lo expresa de la siguiente manera:
“La tarea de las ciencias de la acción humana es la comprensión del significado y la relevancia de la acción humana. Aplican para ello dos procedimientos epistemológicos diferentes: la concepción y la comprensión. La concepción es la herramienta mental de la praxeología; la comprensión es la herramienta mental específica de la historia.”
El resorte último del proceso de mercado es la valoración subjetiva del consumidor. Toda acción en el contexto del mercado está dirigida a servir a la consecución de fines valorados, en particular, los más urgentes en la escala de valores de los individuos.
Contrariamente a la errónea teoría laboral del valor avanzada por los economistas clásicos -que intenta cuantificar el valor aludiendo a la cantidad de trabajo empleado-, el valor de un bien no viene determinado por la cantidad de trabajo empleado en la producción del mismo. El valor es más bien la estimación subjetiva de la importancia que tiene para el individuo la satisfacción de una necesidad. El valor es una magnitud cualitativa, intensiva, graduada según una escala ordinal. Definido formalmente por Carl Menger en su clásico Principios de Economía como «la importancia que los bienes individuales o las cantidades de bienes alcanzan para nosotros porque somos conscientes de depender de su dominio para la satisfacción de nuestras necesidades». Así pues, el valor no está abierto a las estimaciones de un árbitro externo. En consecuencia, esto excluye cualquier forma de medición objetiva del valor.
El precio, por su parte, es un concepto praxeológico derivado de la categoría de acción conocida como intercambio. Los precios no son más que relaciones de intercambio: cantidades definidas de una mercancía menos valorada a las que se renuncia para obtener cantidades definidas de otra mercancía mucho más valorada.
Con el dinero como medio de intercambio, esto traduce los precios en un número calculable. El hombre actuante, al darse cuenta del papel que desempeñan los medios de intercambio para facilitar la satisfacción de sus necesidades más urgentes a través del comercio, sustituye el trueque por el intercambio indirecto. Así, el dinero se convierte en un medio más satisfactorio para la consecución de fines. Los precios del dinero son, pues, los resultados del aspecto de la acción que implica un medio de intercambio de uso común.
Los precios no son medidas de valor. Que el valor se impute a las unidades de un bien por las que se pagan precios no implica que estos precios midan el valor. La incapacidad de comprender correctamente esta distinción praxeológica entre las categorías de valor y precios respectivamente -a pesar del estrecho vínculo entre ambas- llevaría a la suposición errónea de que el valor se mide por los precios. Los distintos precios que se pagan por las mercancías surgen del hecho de que cantidades definidas de estas mercancías se valoran como resultado de su empleo potencial para la satisfacción de la necesidad.
Además, los precios tienen la propiedad informativa de que pueden utilizarse para captar o señalar el valor que determinadas cantidades de una mercancía tienen para un consumidor concreto, es decir, el grado de importancia de la satisfacción de la necesidad que depende del empleo de la mercancía, pero no miden dicho valor. Que los precios señalen valores subjetivos en tiempo real de muchos individuos no constituye medir el valor. La medición es estrictamente la determinación de magnitudes en números cardinales. En cambio, el valor se clasifica y se representa en números ordinales.
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El Mises Institute existe para promover la enseñanza y la investigación en la escuela austriaca de economía, y la libertad individual, la historia honesta, y la paz internacional, en la tradición de Ludwig von Mises y Murray N. Rothbard. Estos grandes pensadores desarrollaron la praxeología, una ciencia deductiva de la acción humana basada en premisas que se sabe con certeza que son verdaderas, y esto es lo que enseña y defiende. Su trabajo académico se basa en la praxeología de Mises, y en la oposición consciente a los modelos matemáticos y a las pruebas de hipótesis que han creado tanta confusión en la economía neoclásica.
Fuente / Autor: Mises Institute / Michael Njoku
https://mises.org/mises-wire/prices-are-not-measurements-value
Imagen: FreshBooks
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