Todo ser humano actúa intencionadamente utilizando medios escasos para alcanzar fines. A partir de este axioma de acción, podemos deducir otros comportamientos humanos y sus efectos. Uno de estos comportamientos es la preferencia temporal.
La preferencia temporal es la idea de que las personas valoran más los fines presentes que los futuros. Puesto que debemos elegir entre varios fines en un momento dado, debemos tener preferencia por alcanzar el fin elegido cuanto antes. De lo contrario, no habríamos actuado.
Las personas tienen distintas preferencias temporales. Así, distinguimos entre preferencias de tiempo bajas y altas. Lo que se considera bajo y alto en este aspecto es relativo.
Las personas con preferencias temporales (relativamente) altas están más orientadas al presente. Por tanto, dan más valor a consumir antes. Prefieren la gratificación instantánea y, en consecuencia, son menos propensas a ahorrar e invertir.
A su vez, la orientación hacia el presente depende de cómo piense la gente sobre el futuro. Algunas personas, como los niños pequeños, tienen dificultades para asimilar el concepto de futuro. Otras, como los enfermos graves y los ancianos, piensan menos en el consumo futuro, ya que saben que no lo habrá.
Por el contrario, las personas con preferencias temporales (relativamente) bajas están más orientadas al futuro. Pueden retrasar la gratificación y tienen una visión clara del futuro. Normalmente, estas personas son adultos sanos.
Tener una preferencia temporal baja hace que una persona se incline por ahorrar e invertir. Además, el ahorro y la inversión es lo que provoca el crecimiento económico no sólo de la persona en cuestión, sino de la sociedad en su conjunto.
Como no podemos dejar de consumir por completo, no podemos centrar toda nuestra atención en aumentar nuestra producción. Así que, para aumentar la producción, hay que abstenerse de consumir durante algún tiempo, es decir, ahorrar.
Cuando se ha ahorrado lo suficiente, se puede empezar a invertir. Durante el periodo de inversión, uno vive de sus ahorros. Por lo tanto, el crecimiento económico comienza con una preferencia temporal baja y continúa con el ahorro y la inversión.
El psicólogo social estadounidense Walter Mischel afirmó que la gratificación retardada (baja preferencia temporal) se correlaciona con el éxito.
En los años 60 y 70, él y sus colegas realizaron algunos experimentos sobre la gratificación diferida. En estos experimentos, a niños de cuatro años se les daba a elegir entre recibir un malvavisco de inmediato o esperar quince minutos y recibir dos en su lugar. Los niños se quedaban solos en una habitación mientras esperaban.
A los niños participantes se les hizo un seguimiento posterior en la edad adulta. Los investigadores descubrieron que los niños que podían retrasar su gratificación tenían éxito en muchos aspectos.
Por ejemplo, tenían más probabilidades de ser social y académicamente competentes, de obtener mejores notas en la selectividad y de sufrir menos estrés.
Aunque el experimento del malvavisco es interesante, como muchos otros experimentos de las ciencias sociales, está sesgado y es engañoso. En su lugar, podemos utilizar la praxeología para razonar si una baja preferencia temporal está relacionada con el éxito.
En primer lugar, permítanme subrayar que el éxito puede significar muchas cosas y que es subjetivo. El Diccionario de Cambridge define el éxito como "la consecución de los resultados deseados o esperados". Sin embargo, en este sentido, me refiero a un éxito global "objetivo".
Sobre la preferencia temporal y el éxito personal, Hans-Hermann Hoppe escribe:
"Un hombre puede no preocuparse más que del presente y del futuro más inmediato. Como un niño, puede que sólo le interese la gratificación instantánea o mínimamente diferida. De acuerdo con sus preferencias temporales, puede que quiera ser un vagabundo, un vagabundo, un borracho, un yonqui, un soñador o, simplemente, un tipo despreocupado al que le gusta trabajar lo menos posible para disfrutar al máximo de cada día. Otro hombre puede preocuparse constantemente por su futuro y el de su descendencia y, mediante el ahorro, puede querer acumular un stock cada vez mayor de bienes de capital y de consumo duradero para poder disponer de un suministro cada vez mayor de bienes futuros y de un periodo de provisión cada vez más largo."
En segundo lugar, hay muchos factores detrás de cualquier forma de éxito. Algunos son externos, como la educación, el entorno, la cultura y la suerte. Otros son internos a nuestro cerebro. Entre ellos suelen estar la gestión del riesgo, la habilidad social, la determinación y la inteligencia.
Si mantenemos todos los factores externos e internos constantes e iguales, queda claro que el éxito puede depender de la preferencia temporal. Del mismo modo, podemos ver que el éxito depende tanto de las agallas como de la inteligencia, en igualdad de condiciones.
Aunque la praxeología no puede predecir los resultados futuros, sí describe el comportamiento intencionado. Una preferencia temporal baja significa que una persona puede retrasar la gratificación y está más orientada al futuro.
Aunque no podemos decir si esto conduce al éxito, una preferencia temporal baja permite al menos el crecimiento económico, que generalmente se considera exitoso. Sobre esto, el inversor inmobiliario británico Samuel Reeds escribió en un artículo de Entrepreneur de 2022:
"Incluso alguien con un salario excelente o una empresa saneada puede acabar siendo pobre si tiene una 'alta preferencia temporal', es decir, si se centra principalmente en el presente. Por el contrario, alguien de origen pobre con una baja preferencia temporal y la formación adecuada puede acabar siendo rico."
En definitiva, son muchos los factores que intervienen en el éxito. Una baja preferencia temporal es un rasgo preferible y un factor importante, pero no es crucial.
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Fuente / Autor: Mises Institute / Andreas Granath
https://mises.org/wire/time-preference-and-success-there-any-link
Imagen: Pixabay
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