Existen cosas buenas
que en una dosis suficientemente alta se vuelven contraproducentes y se
convierten en trampas. También en la inversión.
La penicilina es
probablemente el descubrimiento más importante de los últimos 100 años. Ha
salvado entre 80 y 200 millones de vidas. Sus bisabuelos la habrían encontrado
indistinguible de la brujería.
Pero cuando llegó el
momento de usarla su descubridor, Alexander Fleming, encontró un problema: los antibióticos
eran tan buenos que la gente querría tomarlos todo el tiempo, y hacerlo podría
resultar contraproducente ya que las bacterias resistentes a los medicamentos
se adaptaron y proliferaron. Dijo en 1946:
“el público
exigirá [la medicina y] ... entonces comenzará una era ... de abusos. Los
microbios son instruidos para que resistan a la penicilina y una gran cantidad
de organismos resistentes a la penicilina... pueden ser transmitidos a otros
individuos hasta que lleguen a alguien que contraiga septicemia o neumonía que
la penicilina no pueda salvar. En tal caso la persona desconsiderada que juega
con el tratamiento de penicilina es moralmente responsable de la muerte del
hombre que finalmente sucumbe a la infección con el organismo resistente a la penicilina.
Espero que el mal pueda ser evitado.”
No fue evitado. Es
exactamente lo que ha pasado.
Las bacterias
resistentes a las medicinas han aumentado tanto que el Reino Unido ha revisado
a la baja la esperanza de vida futura. La ONU cree que las bacterias
resistentes a las medicinas causadas por el uso excesivo de antibióticos
podrían matar a 10 millones de personas al año en 2050, revirtiendo las vidas
salvadas desde que la penicilina entró en uso en 1945.
Las cosas buenas
pueden ser llevadas demasiado lejos: útiles en un nivel y destructivas en otro.
Pueden ser más
peligrosas que las cosas malas, porque el hecho de que sean buenas en un nivel
las hace más fáciles de racionalizar en un nivel peligroso. Los médicos que
recetan antibióticos en exceso piensan que están haciendo el bien de una manera
que la gente que vende metanfetaminas no hace.
Muchas cosas
funcionan así, ¿no es cierto?
Cosas buenas, cosas
dignas de elogio, que en una dosis suficientemente alta se vuelven
contraproducentes y se convierten en trampas.
Algunas existen en
la inversión:
1. El
“contrarianismo” es positivo porque la masa puede equivocarse. Pero hacerlo de
manera constante es peligroso porque la masa suele tener razón.
Identificar y evitar
los momentos en que millones de personas se han desviado por malos incentivos y
una narrativa viral es algo maravilloso. La mayoría de las fortunas de la
inversión provienen de un ataque de contrarianismo. Lo mismo en los negocios:
nombre una estrella, encontrará alguien un contrario.
Pero un grupo más
grande de inversores ha convertido el ir contracorriente en algo más cercano al
cinismo. Su contrarianismo es constante, en todo momento, para todas las cosas.
Nunca se han
encontrado con una noticia que no quisieran llevar al lado opuesto, particularmente
cuando significa apostar contra gente que lo está haciendo bien.
Las acciones suben
un 2%: ¡burbuja!
La economía crece:
nos espera una recesión.
Las acciones
tecnológicas cotizan con valoraciones más altas que las industriales: He visto
esta película antes y no termina bien.
Se hace con buena
intención. Creen que están siendo sabios contrarios. Pero su cinismo los deja
constantemente atrás, lo que se convierte en amargura a medida que el mundo
progresa sin ellos.
La peculiaridad es
que, si se examina la lista de inversores, empresarios y dueños de negocios
extraordinariamente exitosos, prácticamente todos han sido contrarios. Pero
ninguno, ni uno solo, lo es permanentemente.
Hay un tiempo para
apostar en contra de la ilusión masiva, y (más frecuente) tiempos para montarse
en el progreso que viene de miles de millones de personas buscando
colectivamente la verdad.
2. El optimismo es
genial porque las cosas mejoran para la mayoría de la gente con el tiempo. Pero
es peligroso cuando se retuerce en la creencia de que las cosas nunca serán
malas, lo cual nunca es el caso.
La gente resolverá
grandes problemas en los próximos 20-30 años de manera que se cree un valor
real tanto para la sociedad como para los inversores. La vida mejorará para la
mayoría de la gente. Serán más ricos, más inteligentes y más productivos. La
lista de cosas que nos harían cambiar ese punto de vista es corta.
Eso nos hace unos
optimistas.
Pero el camino entre
ahora y entonces estará lleno de caos, retroceso, ruina, vergüenza, agonía,
angustia, fraude, injusticia e incredulidad. La lista de cosas que nos harían
cambiar esa visión está en blanco.
Optimismo vs.
pesimismo no es blanco o negro. Puede creer que las cosas mejorarán a largo
plazo mientras que a corto plazo son un desastre. Esa es la postura correcta.
Pero es difícil. Es
más fácil elegir un lado.
Mucha gente escoge
el optimismo porque, con razón, correctamente, se entusiasman con la larga
historia de progreso mezclada con la confianza en sus propias habilidades.
Pero cuando el
optimismo se toma tan en serio que asume que las cosas nunca van a estar mal,
que cada período largo o corto va a funcionar a tu favo, se convierte en
complacencia. Fomenta el apalancamiento y promueve la negación. Nos deja sin
planes de respaldo. Peor aún, nos hace dudar de nuestro optimismo a largo plazo
cuando nos enfrentamos a un inevitable contratiempo.
Podemos estar en lo
correcto sobre el optimismo a largo plazo, pero nunca lo vemos porque hemos
tenido una sobredosis a corto plazo.
3. Ser de mente
abierta es fantástico porque la verdad es complicada. Pero ser demasiado
abierto de mente se contrapone a la verdad objetiva e inmutable que existe.
Si no es abierto de
mente vive en la pequeña burbuja de lo que sea que haya experimentado en la
vida.
Pero el autor Daniel
Okrent una vez demostró que va demasiado lejos. Escribió sobre el problema de
los periodistas que dan el mismo peso a las opiniones marginales con poca
evidencia en nombre del equilibrio, lo que puede dar credibilidad a las
opiniones marginales y causar desequilibrio:
“El problema es
real, y dominante, y cada vez más complicado. A medida que cada vez menos
medios de comunicación se declaran imparciales, los que lo hacen se inclinan
cada vez más a cubrirse las espaldas con el lema de ‘por una parte, por otra’.
Me deprime muchísimo.”
Los no periodistas
también hacen esto. Lo hacen inocentemente. Intentan inteligentemente,
correctamente, ser abiertos de mente buscando una variedad de puntos de vista.
Se rigen por el principio de que la verdad es complicada. Luchan contra el
sesgo de confirmación buscando puntos de vista opuestos.
Y luego se pierden
en una madriguera, paralizados por las contradicciones.
El campo legal tiene
una cosa llamada la ley de Gibson. Dice: “Para cada doctorado hay un
doctorado igual y opuesto”. Cualquier argumento en cualquier campo puede
ser respaldado por un experto cargado de datos.
Cada intento
inteligente de tener una mente abierta debe ir acompañado de un fuerte detector
de tonterías. El detector debe activarse cuando se infringe cualquiera de una
serie de leyes, cuando los incentivos del autor favorecen un resultado, y
cuando se da una respuesta compleja cuando una simple bastaría.
Hay que ser lo
suficientemente firme en nuestros puntos de vista para tomar decisiones fiables
y al mismo tiempo estar abierto a nuevos puntos de vista de manera que nos
permita actualizar y cambiar ocasionalmente esas decisiones. “Creencias
fuertes, débilmente sostenidas” como suele decirse.
Fuente /
Autor: Collaborative Fund / Morgan Housel
https://www.collaborativefund.com/blog/good-things-taken-too-far/?mc_cid=eda753214e&mc_eid=9af654a708
Imagen: Revista Educación
Virtual
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