Los ordenadores de todo el mundo necesitaban una forma de comunicarse.

A lo largo de los años 70 y 80, se desarrollaron los protocolos que sirven de base a cada correo electrónico, mensaje de texto, transferencia de archivos y llamada telefónica que enviamos o recibimos.

Estos fueron los bloques de construcción de la Web 1.0, los inicios de la World Wide Web. Y el "Internet" de entonces, si es que podemos llamarlo así, estaba en gran medida descentralizada. No había puntos de corte ni organizaciones centralizadas que lo controlaran.

A partir de ese momento, algunas personas involucradas en estos primeros desarrollos tecnológicos pasaron a fundar las empresas de Internet más emblemáticas de la historia. Marc Andreessen fundó Netscape en 1994 para capitalizar y comercializar el navegador web. Y en pocos años, AOL compró Netscape por 10.000 millones de dólares, una suma increíble en aquel momento.

A partir de ahí, algunas de las empresas más grandes, exitosas y rentables se construyeron a lomos de estos protocolos de valor incalculable. Pensemos en Netflix, Facebook, Google de Alphabet y Amazon.

En conjunto, estas empresas ayudaron a crear lo que hoy conocemos como el Internet moderno: la "Web 2.0". 

¿Y qué tienen en común todas estas empresas? Todas ellas son aplicaciones que se ejecutan sobre estos protocolos fundamentales que subyacen al Internet moderno. Las empresas tecnológicas que crearon estas aplicaciones captaron todo el valor de esos protocolos de Internet.

Y los ejecutivos de estas empresas y los primeros inversores hicieron sumas que cambiaron su vida: riqueza generacional.

Así que hoy nos gustaría hablar del próximo gran cambio que estamos viendo, la próxima gran oportunidad para crear riqueza: la Web 3.0.

Algo extraño ocurrió tras el estallido de la burbuja de Internet a finales de los 90.

Las empresas que surgieron de entre los escombros consiguieron sobrevivir a la caída y seguir construyendo sus negocios.

Sólo que esta vez, el enfoque no era la descentralización y el desarrollo de protocolos abiertos que todo el mundo pudiera utilizar libremente. Todo giraba en torno a la tecnología propietaria, el control centralizado, el dinero y, sí, el poder.

Las empresas se escondían detrás de eslóganes como "No seas malvado" mientras se hacían con todo el control que podían sobre Internet. Las recompensas financieras eran simplemente demasiado masivas. Los multimillonarios se convirtieron en la versión moderna de los multimillonarios.

Y ahora Facebook, Amazon, Netflix y Google (los valores "FANG" originales) controlan conjuntamente más del 55% del mercado total de la publicidad digital.

¿Qué significa todo esto?

Hemos asistido a una migración masiva hacia corporaciones gigantes que alojan servicios basados en la nube en arquitecturas muy centralizadas. Esta estructura es la antítesis de los fundamentos de Internet.

Internet estaba destinado a ser descentralizado, abierto, libre y resistente a la censura. Era un lugar donde todos y cada uno podían compartir sus pensamientos y opiniones.

Internet también pretendía democratizar el poder económico y la influencia. El objetivo era proporcionar a todo el mundo un acceso sin restricciones a Internet y a la información.

Pero ha ocurrido lo contrario.

El poder y la influencia han gravitado hacia Facebook, Google y Amazon. ¿Quieres buscar a alguien? Facebook. ¿Necesitas buscar información? Google. ¿Necesitas un producto? Busca en Amazon. 

Facebook y Google vigilan y recogen nuestros datos a diario, lo sepamos o no. Es casi imposible protegerse de ello, y estas empresas monetizan esa información a diario sin ningún beneficio para nosotros, los consumidores.

Y estos "defectos" de la segunda generación de Internet son el catalizador de la tercera generación, o Web 3.0.

La transición de 4G a 5G será una "revolución".

Pero la transición de la Web 2.0 a la Web 3.0 será mucho más profunda. Si el 5G es una "revolución", la Web 3.0 es un cambio radical.

La Web 3.0 no es sólo una arquitectura tecnológica muy diferente, sino también un enfoque filosófico completamente distinto para resolver problemas muy complejos.

Han pasado 50 años desde que se crearon los protocolos originales de Internet. En ese tiempo, la industria ha desarrollado una nueva y profunda tecnología.

Esta nueva tecnología ofrece los protocolos fundamentales y las especificaciones abiertas de la Web 1.0, junto con los incentivos monetarios que recompensaron la segunda generación de Internet.

Nos referimos a la tecnología blockchain, una tecnología de Internet distribuida, descentralizada, sin permisos, inmutable y altamente segura.

Lo que está sucediendo ahora es una oportunidad única en una generación para que los inversores inteligentes entren en la planta baja de la próxima generación de Internet.

No se trata sólo de invertir en el próximo Google, Amazon, Facebook o Netflix, aunque sin duda será posible.

Se trata de participar en los protocolos, la tecnología fundamental, que darán lugar al próximo grupo de gigantes tecnológicos de un billón de dólares.

No hay otra forma de decirlo.

La tecnología que se está construyendo hoy se utilizará durante las próximas dos o tres décadas. Nuestra oportunidad es ahora.

Los proyectos de tecnología Blockchain suelen ser descentralizados, generalmente abiertos y casi siempre impulsados por la comunidad. Rara vez están controlados por una sola empresa. E incluso si hay una entidad a cargo, suele haber fundaciones que guían la dirección técnica del proyecto y el gasto en investigación y desarrollo.

En otras palabras, la Web 3.0 y la tecnología blockchain pretenden volver a la verdadera misión de Internet. Cumplirán la promesa de una Internet verdaderamente abierta y descentralizada. Y arrebatarán el control a los Googles y Facebooks del mundo. 

Y sólo estamos empezando.

Todavía estamos en las primeras etapas del desarrollo de la tercera generación de Internet y de la tecnología blockchain.

La infraestructura básica todavía se está construyendo.

Como prueba, actualmente existen 38,7 millones de carteras digitales que albergan el mayor activo de criptodivisas: el Bitcoin. Además, la mayoría de los usuarios que poseen criptodivisas tienen varias carteras. Yo especularía que hay muchos menos individuos participando activamente en este mercado.

Hay 7.900 millones de personas en el planeta y más de mil millones de usuarios de tarjetas de crédito. En resumen, nos queda un largo camino por recorrer.

Imagínese lo que valdría invertir en el protocolo de control de transmisión ("TCP") y el protocolo de Internet ("IP") a finales de los años 70. ¿O qué decir del sistema operativo de Microsoft (MSFT) en los años 90?

Estos son los tipos de inversiones que producen riqueza generacional.


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Fuente / Autor: Empire Financial Research / Jeff Brown

https://empirefinancialresearch.com/articles/how-to-profit-from-the-next-generation-of-the-internet

Imagen: Britannica

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