Una de las cosas más
predecibles y divertidas que hemos visto desde que los mercados tocaron fondo
el 23 de marzo ha sido la desazón, la confusión, la consternación e incluso la
ira generalizada expresada por muchos comentaristas e inversores del mercado
acerca de por qué los mercados se están recuperando en un aparente desafío a
los fundamentales, y “desvinculándose de la economía”. ¿No entienden los
inversores lo que está pasando ahí fuera en la economía real? ¿No han visto las
cifras de empleo? ¿No saben que los beneficios van a caer considerablemente?
Etc. etc.
Esta reacción
demuestra lo poco que los inversores parecen entender cómo funcionan los
mercados, tanto en la bajada como en la subida. Esta fue una situación única, y
hubo multitud de pruebas de que el sentimiento había llegado a extremos
bajistas, y que los inversores probablemente habían reaccionado de manera
exagerada. No era difícil predecir que los mercados, tanto por razones técnicas
como fundamentales, volverían probablemente a una evaluación mucho más racional
de las perspectivas a su debido tiempo.
Desembalar
completamente los diversos temas en cuestión aquí es difícil, porque requiere
“pensamiento 3D”, que no se presta a una simple exposición narrativa. Entender
por qué A lleva a B requiere que entender a C, pero entender C requiere que ya
se entienda cómo A lleva a B, etc. Nos concentraremos en algunas piezas del
rompecabezas.
La clave es el
importante y subestimado papel que juegan las “incógnitas desconocidas” en las
turbulencias del mercado, y la ampliamente sobrestimada importancia de las
“incógnitas conocidas”. Los mercados no están “ignorando los fundamentales”,
simplemente están prestando atención a fundamentales diferentes de los que
mucha gente cree que deberían prestar, pero que son los mismos fundamentales a
los que el mercado siempre presta atención durante las recuperaciones (y
correctamente).
En todas las grandes
caídas de mercado de la historia, y en todas las grandes oportunidades de
compra, siempre ha existido la sensación generalizada de que “la vida tal como
la conocemos ha cambiado”. Cuando la crisis se ve desde una cómoda perspectiva
histórica y con el beneficio de la retrospectiva, la gente invariablemente mira
hacia atrás y dice, “Dios, los inversores fueron tan tontos como para vender
acciones a esos niveles; si hubiera sido yo, habría sido lo suficientemente
inteligente y racional para saber que era una gran oportunidad de compra, y
compré cuando otros estaban vendiendo.”
Sin embargo,
prospectivamente y en tiempo real, cuando llega cada nueva crisis, la gente
invariablemente reacciona diciendo “sí, pero esta vez es realmente diferente,
no hemos visto nada como esto antes; esto realmente no tiene precedentes”. No
obstante, lo que se pasa por alto es que todas las crisis y ventas importantes
del pasado se han sentido (y han sido) así para los inversores que las
experimentaban en ese momento, que es precisamente la razón por la que las
caídas fueron tan violentas en primer lugar. La sensación de desorientación que
emana de la falta de precedentes históricos y de analogías fáciles de utilizar
en el pasado es exactamente lo que crea la sensación generalizada de temor
necesaria para provocar una crisis importante.
El observador
retrospectivo tiene la ventaja de saber cómo se desarrollaron las cosas
posteriormente con respecto a esa específica situación/caída/venta
indiscriminada, lo que crea un precedente conocido que puede orientar sus
juicios futuros, en caso de que se repitan circunstancias similares en el
futuro. Por lo tanto, cuando miran hacia atrás a las crisis pasadas, tienen un
libro de jugadas sobre el funcionamiento de las crisis de esa naturaleza
particular, y pueden engañarse a sí mismos creyendo que habrían estado en
posesión de ese marco en ese momento, y reaccionar racionalmente. Sin embargo,
esta perspectiva sobrestima el nivel de visibilidad que tuvieron en su momento
los inversores que no se beneficiaron de tal precedente.
Esta es la definición
misma del sesgo de retrospección: sobreestimar cuánto se conocía/podía
conocerse en ese momento a la luz de la nueva información que surge
posteriormente. En la década de los 70, el embargo de petróleo de la OPEP, que
triplicó los precios del petróleo prácticamente de la noche a la mañana y
provocó una inflación y un rendimiento de los bonos del tesoro de dos dígitos,
tampoco tenía precedentes. La economía mundial dependía fundamentalmente del
petróleo de la OPEP, y la oferta acababa de ser interrumpida. El mundo tal como
lo conocíamos había cambiado. Después de los dramáticos y trágicos
acontecimientos del 11 de septiembre, también se creía que el mundo había
cambiado para siempre, y que las viejas reglas ya no se aplicaban. La Gran
Crisis Financiera (GCF)fue igualmente “sin precedentes” en muchos sentidos. El
punto es que siempre es algo sin precedentes, porque si no lo fuera, los
mercados no bajarían tanto. Tendríamos una corrección del 10-20%, claro, pero
no la caída del 40% que vimos durante el primer trimestre del 2020, que fue una
de las mayores y más rápidas caídas del mercado en la historia financiera.
El error es creer
que se conocen incógnitas, incluyendo riesgos y vientos contrarios a la
economía, que llevan a los grandes mercados a vender indiscriminadamente o a
entrar en pánico. Se asocia con el conocido sesgo de los “generales que
lucharon en la última guerra”: los inversores creen que la próxima caída del
mercado se parecerá a la última o a las anteriores caídas, y creen que los
mercados reaccionarán de la misma manera. Y sabiendo cómo se desarrollaron esas
caídas, los inversores confían en que estarán bien posicionados para sortear la
caída y beneficiarse de que otros inversores sean irracionalmente pesimistas.
Pero los mercados no
funcionan así. El consuelo adicional que el aspirante a cazador de gangas
mencionado anteriormente deriva de saber cómo se han desarrollado ciclos
similares en el pasado también lo sentirán los aspirantes a vendedores
irracionales, que son propensos a comportarse de manera mucho menos irracional
la próxima vez que se produzca un descenso similar, habiendo sido ya
conscientes del riesgo de su recurrencia y preparados en consecuencia. Los
cíclicos y financieros, por ejemplo, se han mantenido baratos en los últimos
años, a pesar de un largo mercado alcista, precisamente porque los inversores
han temido otra recesión que se parecía mucho a las recesiones pasadas, y han
evitado esos nombres. Las incógnitas conocidas no provocan grandes pánicos en
el mercado, porque es poco probable que el grado necesario de temor, ansiedad,
confusión, desorientación y pánico esté suficientemente presente.
Es más bien la
aparición de incógnitas desconocidas, factores de riesgo nuevos y novedosos de
los que los inversores no eran conscientes anteriormente y que no habían tenido
en cuenta en sus expectativas/apetito de riesgo, lo que impulsa las caídas. Una
caída ocurre porque desencadena una rápida y sincrónica reducción del riesgo de
las carteras, a medida que las personas reaccionan al nuevo factor de riesgo
imprevisto y reposicionan sus carteras para reflejar el mayor grado de
incertidumbre, incluida la incertidumbre endógena asociada con la extrema
volatilidad del precio de los activos en sí (es decir, independientemente de su
causa, muchos inversores no pueden o no quieren tolerar grados extremadamente
altos de volatilidad/descenso de los precios, y esto crea el circuito de
retroalimentación necesario para que se produzca una caída, es decir, cuando la
venta y la caída de los precios generan aún más ventas, a medida que se acelera
la reducción del riesgo).
Los inversores se
asustan y deciden aumentar sus porcentajes de efectivo de (digamos) el 5% al
20%, para “preservar el capital” frente al nuevo entorno incierto y “prepararse
para futuras oportunidades en el marco de la recesión que se aproxima”. Hacen
esto porque creen que ahora se justifica una gran cautela dado lo que se ha
convertido en una perspectiva extremadamente incierta/arriesgada, y también
porque creen erróneamente que, dado que es probable que las repercusiones
económicas duren bastante tiempo, los mercados también continuarán
inevitablemente bajando o manteniéndose débiles durante mucho tiempo. Ego, las
“oportunidades futuras” serán significativas, y la liquidez les permitirá
aprovecharlas.
El problema con esta
perspectiva y comportamiento es que se trata del clásico “pensamiento de primer
nivel”, en lugar del más deseable pensamiento de segundo nivel necesario en los
mercados (como dice Howard Marks). Lo que los inversores no entienden es que es
precisamente el movimiento sincronizado hacia mayores asignaciones de liquidez y
un posicionamiento más defensivo que refleja su perspectiva cautelosa, de la
que ellos mismos formaron parte, lo que causó la caída del mercado en primer
lugar. Si todos aumentan las asignaciones de efectivo del 5% al 20% al mismo
tiempo, los mercados se desplomarán, sin importar la causa. Y ese ha sido el
caso, desde los inversores minoristas hasta los institucionales, pasando por
las compañías de seguros y otras instituciones.
El atento observador
del mercado se preguntará, entonces, ¿qué pasa después? La mayoría de estos
inversores no piensan seguir manteniendo el 20% de efectivo indefinidamente.
Buscan volver a invertirlo en acciones en un momento que consideren más
oportuno. Lo que realmente quieren decir cuando dicen eso es “cuando las
perspectivas sean menos inciertas y se sientan más cómodos”, pero lo que pasan
por alto es que los vendedores también se sentirán más cómodos en este momento.
El punto práctico importante es que significa que serán futuros compradores
netos de acciones. Además, ya han vendido todas las acciones que
quieren/necesitan vender para sentirse cómodos con su exposición restante
frente a lo que esperan serán considerables repercusiones económicas a medio
plazo. Dadas sus perspectivas, que ya son muy prudentes, es poco probable que
vendan mucho más en el futuro.
Lo que ha sucedido
en este punto es que una incógnita desconocida previamente se ha convertido
ahora en una incógnita conocida, y por consiguiente ya se ha tenido en cuenta
en el apetito por el riesgo de los inversores y en el posicionamiento del
mercado, por lo que deja de tener un gran impacto en sus precios. Y esto es
cierto independientemente de si la economía subyacente es débil o no, porque la
economía no mueve los precios de las acciones, la demanda y la oferta lo hacen.
En este punto, y en contraste con las intuiciones que albergan los inversores
recientemente más asustados, un nuevo desplome del mercado se hace en realidad
muy poco probable, y aquellos que se sientan en efectivo esperando más de lo
mismo es muy probable que vean sus esperanzas frustradas.
Por eso los mercados
casi siempre tocan fondo mucho antes que la economía real, y se recuperan de
una manera que confunde a la mayoría de los inversores. Justo cuando la mayoría
de los inversores acaban de terminar de vender a la baja, acumular liquidez y
posicionarse con cautela y en preparación para la “próxima caída” y las
“oportunidades de compra” que seguramente surgirán de ella, los mercados
empiezan a recuperarse y las oportunidades que esperaban encontrar desaparecen
rápidamente. Las oportunidades de compra no se crean por la recesión económica en
sí misma, sino porque los inversores se preparan para la recesión acumulando
liquidez.
Se les deja en la
estacada con un montón de dinero en efectivo. Están confundidos, y quizás
incluso enfadados con el mercado por comportarse de forma tan irracional, e ignorando
lo mal que están las cosas en la economía real. Afirman que los inversores
están ignorando las realidades económicas. Dicen que el rally debe ser el
“rebote del gato muerto”. Dicen que los repuntes en los mercados bajistas son
comunes y que los inversores se están dejando engañar por ello. Dicen que los
inversores son demasiado optimistas en cuanto a la velocidad de la
recuperación. Dicen que es porque los inversores están demasiado acostumbrados
a “comprar las caídas”, etc. Utilizan todas las excusas que pueden para no
admitir la triste realidad de que pueden haber vendido en el fondo, al igual
que los chivos expiatorios hacen en todos los mercados bajistas. Lo que
realmente están haciendo es esperar que los mercados vuelvan a bajar para tener
una segunda oportunidad de comprar acciones tan baratas como estaban cotizando recientemente,
pero con tantos inversores con liquidez que también esperan una nueva corrección,
este resultado es inherentemente autodestructivo. Sencillamente hay demasiado
dinero en efectivo esperando una oportunidad de comprar la segunda caída para
que los mercados bajen lo suficiente como para volver a sus mínimos.
Nunca ha habido, ni
habrá nunca, una ley universal que dicte que las acciones bajen sólo porque la economía
siga débil, y la verdad es que los mercados casi nunca bajan mucho, si es que
lo hacen, cuando los inversores ya se posicionan con cautela ante una incógnita
conocida, y ya tienen mucho dinero en efectivo en preparación para un futuro
difícil e incierto. Caen mucho cuando la gente pasa de estar posicionada
agresivamente a estar posicionada defensivamente en masa, porque antes no
esperaban futuras turbulencias o tensiones económicas, y ahora sí. Una vez que
la gente está posicionada defensivamente, los mercados tienden a subir porque
la presión de venta de las personas que se mueven a una posición defensiva
disminuye, y hay muchas más compras potenciales al acecho (es decir, todo el
dinero que la gente acumuló para aprovechar las oportunidades de compra), y
quedan muy pocos vendedores.
Cada vez que se
produce una recuperación de una gran conmoción económica/caída de mercado,
ocurre lo mismo; la gente reacciona con la misma credulidad, y cree que el
mercado está ignorando los fundamentales. A lo largo de la sustancial
recuperación del mercado en 2009 desde los mínimos de la GCF, hubo un
escepticismo generalizado sobre la durabilidad del repunte. ¿No sabía la gente
que la economía estaba metida en un lío y que iba a llevar años recuperarse de
él? Sí, lo sabían, y ese era todo el problema. Ya no era algo desconocido. La
economía se contrajo a lo largo de 2009 y el desempleo siguió aumentando, y sin
embargo las acciones siguieron repuntando, no sólo durante 2009, sino durante
la década siguiente.
Esto nos lleva a una
segunda crítica: la idea de que el mercado está ignorando los
"fundamentales" en este momento. Mientras que a los bajistas con
liquidez les encantaría que esto fuera cierto, la realidad es que simplemente
no es así. Lo que el mercado está haciendo en realidad es lo que siempre hace
durante las recuperaciones del mercado de las crisis/grandes correcciones:
ignorar los indicadores de rezagados/coincidentes que sugieren que están
ocurriendo cosas terribles en la economía que ya se preveía ampliamente que
ocurrieran durante el pánico, y en su lugar centrarse en los indicadores
adelantados que apuntan a una mejora de la tendencia a medio plazo.
Además, incluso si
las condiciones son tan malas como se había previsto, pero se estabilizan en
esos terribles niveles, el grado de incertidumbre sigue disminuyendo, ya que el
miedo a lo desconocido se sustituye por el conocimiento tangible de lo mal que
realmente van a ir las cosas. Si eres condenado por un delito, pero estás
esperando la sentencia, aunque tu “sentencia” pueda ser mala, también hay
cierto consuelo en saber exactamente de qué se trata, para que puedas aceptarlo
y afrontarlo, y no tengas que preocuparte por los improbables resultados del
peor de los escenarios. Esta también es una gran causa de la conocida dinámica en
los mercados de “vende el rumor, compra la noticia”. En los mercados, la gente
puede tolerar que las cosas estén mal; lo que no puede tolerar es la
incertidumbre extrema.
Todo el mundo
esperaba que la economía sufriera un golpe tremendo y que el desempleo
aumentara debido a los cierres en marzo. El pánico sobre la debacle que
sufrirían las economías globales debido a los cierres gubernamentales
generalizados es lo que hizo que muchos mercados cayeran un 40% en el espacio
de cuatro semanas, y que muchas acciones individuales cayeran hasta un 80%. Las
ventas de esta magnitud son extremadamente raras, y no ocurren si los
inversores no esperan algo que se acerque al Armagedón. Por lo tanto, no es
sorprendente que el flujo de noticias que confirma que muchas de estas cosas
sucedieron en abril, especialmente los desastrosos datos de empleo en los
EE.UU., no haya tenido un impacto negativo adicional en los mercados.
Lo que en realidad
ha estado sucediendo en las últimas seis semanas aproximadamente de
recuperación del mercado es que los inversores han estado reaccionando no a la
recesión económica que ya era ampliamente esperada y valorada, sino a las
crecientes pruebas de que la duración de la recesión y la amplitud de los
graves impactos pueden haber sido significativamente sobreestimados. Para las
líneas aéreas, la crisis ha sido hasta ahora tan grave como se temía, pero para
muchas otras empresas, los beneficios han demostrado ser mucho más resistentes
de lo que muchos inversores suponían. Esto se debe a que, en realidad, gran
parte de la economía ha permanecido relativamente intacta, y ahora tenemos una
capacidad sin precedentes para trabajar y comprar online en la era moderna.
También ha habido un sesgo de “titulares”: nadie estaba escribiendo noticias
durante el mes de marzo sobre países y estados que no estaban cerrando (excepto
Suecia).
La temporada de resultados
ha ayudado en este sentido, ya que el vacío de silencio corporativo ha sido
reemplazado por hechos concretos sobre el grado de impacto que las empresas
están viendo en sus negocios, junto a sus expectativas futuras. En términos
generales, los resultados y las tendencias recientes han sido menos malos de lo
que se temía anteriormente, y la mayoría de las empresas están informando de
que el momento más crítico se vio a principios de abril, y a partir de entonces
se ha ido construyendo una recuperación constante, ayudada por el apoyo fiscal
que se subestimó considerablemente. Los analistas que no reconocen esta
realidad se han visto totalmente consumidos por el sesgo de confirmación.
Además, no se puede
ignorar que la tendencia de nuevas infecciones y muertes ha ido disminuyendo en
casi todo el mundo. No es una coincidencia que los mercados hayan tocado fondo
el 23 de marzo, sólo dos días después de que el volumen de nuevos casos
alcanzara su punto máximo en Italia, tras lo cual ha mostrado una tendencia muy
sustancial a la baja. Este resultado se refleja en casi todas partes, con
diversos grados de retraso. Las políticas de distanciamiento social han
funcionado, pero no ha sido sólo eso. Incluso en naciones sin cierres
estrictos, como Suecia, se están viendo tendencias similares, mientras que
muchos estados/países sin transporte público a gran escala y/o poblaciones
densas han visto el volumen de casos y el total de muertes muy por debajo de
las expectativas que existían incluso en el momento en que se instituyeron los
cierres.
Esto probablemente
refleja una combinación de la sobreestimación de muchos mecanismos de
transmisión en comunidad (es decir, los países/estados en los que se hacen
desplazamientos privados al trabajo en lugar de utilizar el transporte público
parecen generalmente menos afectados), así como los cambios voluntarios de
comportamiento y el aumento de las prácticas de saneamiento en los lugares de
trabajo (mascarillas, control de la temperatura, pruebas, etc.). También están
surgiendo pruebas de que una cantidad desproporcionada de transmisión en casos
que llevan a la muerte ha estado ocurriendo dentro de los propios hospitales
(no hay mucho distanciamiento social en los hospitales), así como en las
residencias de ancianos. Esto es importante, porque parece probable que se haya
sobrestimado significativamente la prevalencia de la transmisión en comunidad,
lo que contribuirá a que la propagación del Covid-19 se gestione de manera
menos destructiva económicamente en el futuro.
Las tasas de
mortalidad estimadas también han continuado cayendo en picado a medida que
hemos aumentado las pruebas, debido a los altamente predecibles “efectos
denominador”. Inicialmente se pensó que era del 3-5%, pero ahora las tasas de
mortalidad han sido revisadas a la baja para acercarse más al 0,3-0,5%, e
incluso eso puede resultar ser una sobreestimación. Singapur, donde se están realizando
pruebas muy extendidas, ha visto 18 muertes de 18.000 casos, una tasa de
mortalidad de sólo el 0,1%. Esto tiene dos implicaciones. En primer lugar,
significa que la letalidad del virus es de una orden de magnitud menor de lo
que se pensaba anteriormente; y, en segundo lugar, significa que el número de
personas que ya han contraído la enfermedad es una orden de magnitud mayor de
lo que se pensaba originalmente también. Esto significa que estamos llegando a
una base mucho más alta de penetración del virus, lo que hará más fácil reducir
el volumen de casos y muertes, y significa que habrá un grado de inmunidad
colectiva mayor que el previsto para ayudar a moderar la gravedad de las
segundas oleadas.
Cualquiera que haya
estudiado estadística debería haber sabido de los peligros de extrapolar a
partir de tamaños de muestra pequeños y no representativos, en este caso, la
tasa de mortalidad que emana del subconjunto de personas lo suficientemente
enfermas como para visitar los hospitales y hacerse la prueba, en lugar de toda
la población de personas infectadas con la enfermedad. Esta última estadística
sólo pudo determinarse mediante una prueba aleatoria de una muestra
representativa de la población, y todas esas pruebas hasta la fecha han
revelado una prevalencia mucho más amplia de lo que se esperaba anteriormente
(y, por consiguiente, una tasa media de gravedad mucho más baja). Algunas
pruebas de anticuerpos sugieren que hasta un 15-20% de la población puede
haberla contraído en algunas partes de Alemania e Italia.
Sin embargo, como
suele ocurrir en entornos de emociones intensas, las personas no razonan
racionalmente, confiando demasiado en las anécdotas y no lo suficiente en los
datos/estadísticas concretos, un fallo psicológico común de los seres humanos, cuyo
intelecto evolucionó para facilitar interacciones sociales complejas, y no
matices matemáticos/estadísticos. El mundo es un lugar grande y la población es
genéticamente diversa. Siempre habrá alguien, en algún lugar, que sea joven y
saludable, y que tenga una experiencia atípicamente severa con la enfermedad,
cuya historia pueda ser contada a través de los medios/redes sociales. Pero
sabemos desde hace tiempo que la anécdota es un pobre sustituto de los datos
representativos.
La realidad es que
por muy malo que sea el Covid-19 desde el punto de vista de la salud pública,
los datos no están resultando ni de lejos tan malos como la gente temía en un
principio, y cualquiera que no crea que esto tiene importantes implicaciones
para la probable gravedad y duración de esta recesión económica inducida por el
coronavirus se está engañando a sí mismo. Recuerden, este descenso no ha sido
causado por el Covid-19 per se, sino por nuestra reacción política a él, que
contenía algunas premisas erróneas. La crisis es totalmente causada por el
hombre, y puede ser deshecha en gran medida con la misma facilidad al revertir
tales políticas. Y como el número de casos y muertes ha disminuido, las
políticas de confinamiento ya han empezado a relajarse en casi todas partes.
La mayoría de
empresas publican que los niveles de actividad tocaron fondo a principios de
abril y han comenzado a recuperarse de manera constante desde entonces,
ayudados también por las medidas de estímulo fiscal que empiezan a sentirse. La
demanda de petróleo ha comenzado a recuperarse, ya que los trayectos al trabajo
están volviendo lentamente. Incluso varias empresas de financiación al consumo
en Estados Unidos han dicho que el nivel de morosidad ha empezado a disminuir,
después de haber alcanzado su punto máximo a principios de abril, ya que los
consumidores empiezan a recibir cheques de ayuda y, al estar obligados a
permanecer en su casa, no pueden gastar dinero en viajes y espectáculos, por lo
que están destinando fondos a la reducción de la deuda en su lugar.
China ha
experimentado una verdadera recuperación en forma de V, ya que muchas empresas
que operan en la región afirman que la producción de sus fábricas ha vuelto a
estar casi a pleno rendimiento, y aunque la demanda de los consumidores finales
no se ha recuperado totalmente en todos los lugares, está en camino de lograrlo
rápidamente, a pesar de una importante contracción de la demanda en el sector
exportador del país, tras haber entrado en vigor las políticas de confinamiento
en el resto del mundo. La gente que dice “no tenemos un libro de jugadas sobre
cómo será la recuperación económica”, pero en realidad sí lo tenemos: sólo
miren a China.
Durante las
recuperaciones de los mercados tras caídas significativas, los mercados nunca
se han centrado en lo mal que están las cosas en la actualidad, sino en las
tendencias de los indicadores adelantados y segundas derivadas, y por una buena
razón: la estabilización de la actividad en el suelo, y los “brotes verdes” de
la recuperación inicial, son extremadamente importantes debido a (1) la forma
en que funciona la economía y la manera en que se comportan los actores
económicos; y (2) el grado en que reduce el estrés psicológico/la
incertidumbre.
Con respecto a la
primera, si eres una empresa y ves que tus ingresos caen, reaccionas cortando
el Opex y el Capex, y cada vez más te metes en el modo supervivencia y tratas
de preservar el capital. Si sus ingresos siguen disminuyendo, seguirá
reduciendo más el Opex y el Capex, y el problema, por supuesto, es que su Opex
y su Capex son los ingresos de otra persona. Esto crea un ciclo bajista autosostenido
en la economía en general, que si no se controla puede dar lugar a algo
parecido a la gran depresión.
Por eso son tan
importantes los signos de estabilización y recuperación inicial, aunque sean
muy modestos. Una vez que las empresas vean que sus ingresos empiezan a
estabilizarse y a mejorar provisionalmente, dejarán de recortar más el Capex y
el Opex, y puede que incluso empiecen a aumentarlo tentativamente: de los diez
proyectos que cancelaron, tal vez sigan adelante con uno que antes eran muy
reacios a cancelar. Una vez que vira la curva, las fuerzas autosuficientes en
el lado negativo se convierten en fuerzas autosuficientes que impulsan la
recuperación. A medida que Capex y Opex comienza a subir muy ligeramente, los
ingresos de las empresas comienzan a mejorar, y luego comienzan a recontratar y
reiniciar proyectos, etc. Por eso los indicadores adelantados son tan
importantes.
La segunda razón es
que el grado de incertidumbre para los inversores disminuye radicalmente.
Cuando entras en una recesión y la economía sigue empeorando, los inversores
sienten que están entrando en un túnel oscuro, y cuanto más entran, más oscuro
y aterrador se vuelve. Saben, intelectualmente, que el túnel tiene una duración
finita, pero no saben cuán largo es el túnel y cuán oscuro se va a poner.
Mientras se siga oscureciendo más y más, la ansiedad empeora. No hay ningún
sentido de esperanza, y se hace más fácil para los inversores considerar los
peores escenarios, y empezar a verlos como el escenario base más probable.
“¿Qué pasa si el túnel no sólo dura horas, sino días, semanas, meses o incluso
años?”, “¿Qué pasa si el túnel no tiene fin?”. “¿Qué pasa si estoy caminando en
círculos y no me doy cuenta?” “¿Y si hay extrañas criaturas o especies de
monstruos no descubiertos acechando en este túnel?”
Sin embargo, en
algún momento, una luz muy tenue al final del túnel emerge. En esta etapa, la
psicología cambia. Ahora, seguro que todavía hay un montón de túneles realmente
oscuros por los que caminar,
lo que es un verdadero lastre (por ejemplo, la economía va a permanecer extremadamente
débil durante bastante tiempo todavía), pero ahora no sólo hay una renovada
sensación de esperanza, sino que también se puede empezar a formar una
evaluación más sensata y realista de lo oscuro que es probable que sea el túnel
y cómo será de largo, cuando antes no se tenía ni idea. El grado de
incertidumbre disminuye, lo que permite a los inversores evaluar y cuantificar
más racionalmente el probable daño económico, y el grado realista de impacto en
las ganancias y los balances de las empresas, y también tiende a disminuir la
especulación cada vez más salvaje sobre los peores escenarios improbables. Y
debido a la propensión del mercado a reaccionar de forma significativamente
exagerada a corto plazo, en casi todos los casos, esas evaluaciones racionales
revelan que los mercados se han sobrevendido masivamente.
La gente olvida que
las acciones son activos de larga duración. Si una acción cae un 40% de 20
veces beneficios a 12 veces en una corrección, el mercado acaba de restar ocho
años de beneficios de la valoración. Si la empresa sale y dice, sí, las
ganancias bajaron un 50% en el primer trimestre de 2020, y creemos que
operaremos con una pequeña pérdida en el segundo trimestre, antes de recuperar
el 75% de la rentabilidad normal en el segundo semestre, basándonos en las
tendencias que ya estamos viendo en nuestros ingresos y costes, con una
recuperación total probable durante 2021-22, no es difícil ver cómo los
inversores podrían empezar a reconsiderar si una depreciación tan drástica de
la acción estaba realmente justificada. Por lo tanto, los analistas que dicen “pero
la economía sigue muy débil”; “pero sus ganancias van a bajar mucho en el
segundo trimestre”, “pero el empleo y la economía van a seguir siendo débiles
por un tiempo”, errando el tiro por completo. Los descensos de la cotización de
las acciones que se han visto anteriormente requieren que las cosas sean mucho
peores que eso para estar justificadas.
Los inversores
examinarán las presiones en los beneficios a corto plazo y valorarán el impacto
de manera racional siempre que no se supere algún umbral crítico de
incertidumbre. Cuando la incertidumbre es lo suficientemente alta, los
inversores entran en pánico y venden y, a veces, ningún precio parece demasiado
bajo. Sin embargo, cuando la incertidumbre vuelve a descender por debajo de ese
umbral crítico, el comportamiento de los inversores se vuelve mucho más
racional, y cuando eso ocurre, los mercados tienden a repuntar bruscamente a
partir de niveles profundamente sobrevendidos. Eso es exactamente lo que hemos
empezado a ver en las últimas semanas/meses, ya que el grado de incertidumbre
se ha moderado.
Un último punto que
vale la pena discutir sobre la experiencia reciente de los mercados es el
peligro de razonar por analogía, que es una causa muy frecuente de mal juicio
en los mercados (y en la vida). Una de las razones por las que tantos
inversores se han visto paralizados por el miedo durante esta recesión es que
no tienen otra forma de pensar que por analogía, y no hay analogías a las que
recurrir con respecto a cómo invertir en una pandemia y en el cierre de los
gobiernos, por lo que se han situado en una de dos posiciones, ambas erróneas.
O bien dicen que debido a que este evento no tiene precedentes, el grado de incertidumbre
es tan alto que no existe ninguna base razonable para hacer una evaluación de
las perspectivas; o bien comparan la caída con la de la GCF o incluso con la
gran depresión, porque, bueno, las acciones y la economía también cayeron mucho
entonces.
Hay múltiples
problemas con este enfoque. En primer lugar, un aparte sobre la incertidumbre:
la realidad es que el futuro es siempre incierto; sólo que se siente más
incierto para los inversores en ciertos momentos. Esto se debe a que, como se
ha señalado, el principal riesgo de los mercados no son las incógnitas
conocidas, sino las incógnitas desconocidas. Hace seis meses, el panorama se
sentía más seguro, pero poco sabíamos que el Covid-19 estaba a punto de surgir
y causar estragos en la economía mundial y los mercados financieros. El riesgo
proviene del hecho de que existen incógnitas desconocidas en el mundo, y por
definición, tales incógnitas no pueden ser previstas. Por lo tanto, la
perspectiva puede parecer más o menos incierta para usted, pero eso es una
ilusión. Y aunque las perspectivas de la economía son objetivamente más
inciertas hoy que hace seis meses, eso no significa que las perspectivas de los
mercados sean más inciertas o más arriesgadas de lo normal, porque el Covid-19
es ahora una incógnita conocida.
Además, la cantidad
de oportunidades que existen en los mercados es directamente proporcional al
nivel de incertidumbre o a la incertidumbre percibida que existe, porque los
mercados/la gente odia sentirse insegura. Esto se debe a que los inversores/gente
no se sienten cómodos pensando en términos de probabilidades, les gustan las
respuestas en blanco y negro, sí y no, y si no pueden sentirse seguros de que
saben lo que va a suceder, no sienten que puedan actuar. Pero eso no es
racional, puedes sopesar las probabilidades, y debes hacerlo, porque no hay
otra manera de actuar en los mercados. Y como comprador, cuanto más incierto
sea el panorama, mejor, porque el mercado sistemáticamente subestima los
activos en un entorno de incertidumbre. Utilizar un alto nivel de incertidumbre
como justificación para sentarse de brazos cruzados puede parecer sabio y
prudente, pero en realidad es una tontería.
El punto más
importante es que la idea de que uno no puede formarse juicios razonables sobre
las perspectivas y las probabilidades en ausencia de analogías o precedentes
históricos es errónea. La verdad es que las mejores oportunidades en los
mercados, ya sea a nivel de mercado, de industria o de acciones individuales,
siempre existen en situaciones en las que se producen nuevos acontecimientos o
cambios que hacen obsoletas las analogías del pasado. Esto desorienta a los
inversores y les hace sentirse incómodos al invertir. Así es como las acciones
se vuelven muy baratas. Los grandes inversores son los que son pensadores
originales y son capaces de razonar desde principios iniciales sin necesidad de
la muleta de la analogía. Esto es algo que Warren Buffett ha mencionado
indirectamente, cuando dijo que busca en sus sucesores un rasgo muy raro, que
es la capacidad de pensar y anticiparse a los riesgos que nunca han ocurrido
antes. En otras palabras, personas que piensan independientemente de los
principios iniciales y no se basan en analogías del pasado para formar juicios
útiles.
Ser un buen inversor
tiene que ver fundamentalmente con la capacidad de formarse juicios razonables
ante la incertidumbre y con evidencias incompletas. Si no puede hacerlo, se
sentirá obligado a esperar hasta que se resuelva la incertidumbre y se disponga
de todas las pruebas, pero para entonces la oportunidad ya no existirá. El
pensamiento perezoso y cargado de analogías no funcionará en situaciones
novedosas, y también puede llevarle por mal camino en otras situaciones en las
que las analogías hacen que se pierdan matices importantes.
Debido a que no
existe una analogía de la pandemia, pero la gente siente que necesita tener
una, muchos inversores han optado por hacer una analogía con la GCF o incluso
la Gran Depresión. El alcance y la duración de la caída del mercado de valores
durante estos períodos se ha utilizado a menudo como guía de lo que debemos
esperar esta vez. Una importante firma de análisis publicó un gráfico que
mostraba cómo el declive del mercado bursátil progresaba en el tiempo en
relación con los observados durante la Gran Depresión, con la clara implicación
de que esto era de alguna manera útil para evaluar las perspectivas de los
mercados en la actualidad. Esto es completamente imprudente. Cualquiera puede
decir, por ejemplo, que en la GCF los mercados bajaron un 50% y tardaron 18
meses en tocar fondo, por lo que en esta caída los mercados bajarán un 50% y
tardarán 18 meses en tocar fondo. El problema es que la naturaleza de esta
caída no tiene casi nada en común con la GCF.
Una de las posibles
consecuencias del uso generalizado de analogías perezosas e inapropiadas es que
las intuiciones de la gente sobre la forma y la velocidad potenciales de la
recuperación pueden estar muy alejadas de la realidad. Hemos visto a mucha
gente argumentar que la demanda de petróleo no se recuperará hasta 2022-23. Hemos
visto a gente argumentar que habrá cambios radicales y permanentes en el estilo
de vida de la gente, incluyendo que la gente trabajará desde su casa por mucho
tiempo en el futuro en vez de en la oficina; y que se queda en casa y usa los
servicios online para todo en vez de salir. Y, sin embargo, las reservas de
cruceros recientemente reabiertas para agosto han aumentado un 600%. Esta
visión refleja una combinación de profunda miopía y una mala comprensión de la
naturaleza humana. La verdad es que la gente está desesperada por salir de su
casa, reunirse con amigos y familiares, reanudar sus hobbies e irse de
vacaciones. Aunque las dudas persistirán por un tiempo por la preocupación por
la salud y la seguridad, está en la naturaleza humana que el riesgo se
normalice con el tiempo, y que la gente aprenda a adaptarse a la presencia del
riesgo. Un gran número de personas mueren cada año a causa de la fiebre del
dengue en Asia. No mantiene a la gente paralizada por el miedo. Aceptan el
riesgo y siguen adelante con sus vidas.
No hay una base
sólida para asumir de forma automática que la recuperación será necesariamente
tan lenta y prolongada como la recuperación de la GCF. Puede ser, pero es tan
probable que sea mucho más rápida de lo que la gente espera, porque esta no es
una crisis financiera o incluso una crisis de la Covid 19, es una crisis de
política gubernamental/confinamiento que está hecha por el hombre, y por lo
tanto puede ser tan fácilmente revertida como fue diseñada. Esta crisis tuvo
una causa simple, el gobierno obligó a la gente a quedarse en casa, donde mucha
gente no podía trabajar y no podía salir a gastar dinero. Cuando vuelvan a
trabajar, es lógico que la productividad y el gasto de los consumidores vuelvan
rápidamente a niveles casi normales, como ya estamos viendo en China.
De hecho, si la
gente insiste en usar una analogía, la que debería utilizar es lo que está
sucediendo en la economía china. Esa es absolutamente la mejor analogía que
tenemos que utilizar, porque están sólo unos dos meses por delante de Occidente
en cuanto a la curva de infección, el golpe del bloqueo económico y la
consiguiente recuperación. Sin duda la gente se inclinará a decir “pero China
es diferente”, y sin embargo están buscando una analogía, y están usando
analogías mucho menos ilustrativas en su lugar.
Cuando la gente mire
hacia atrás y vea esta caída dentro de muchos años, en particular los
inversores que no la vivieron, dirán “esta fue una oportunidad de compra muy
obvia; si fuera yo, habría sido lo suficientemente inteligente y racional como
para comprar, porque era obvio que el impacto económico sólo iba a ser
temporal; la próxima vez que haya una pandemia que haga caer al mercado el 40%,
voy a comprar toneladas”. El problema es que el próximo evento que cause una
caída del mercado del 40% no será una pandemia. La próxima vez que haya una
pandemia (a menos que sea materialmente más virulenta y mortal), los mercados
podrían caer sólo un 10-15% porque los inversores conocerán el libro de jugadas
y así no será tan aterrador. Será otra cosa que hará que los inversores crean
que "la vida tal como la conocemos ha cambiado".
Fuente / Autor:
The LT3000 Blog / Lyall Taylor
https://lt3000.blogspot.com/2020/05/coronavirus-update-from-unknown-unknown.html
Imagen: Learn
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