Las altas tasas de inflación en todo el mundo han acabado prácticamente con la popularidad de la MMT, o Teoría Monetaria Moderna, y su propuesta de que los gobiernos soberanos pueden gastar todo lo que quieran. Pero las condiciones económicas actuales también ponen en duda la utilidad de una teoría mucho más establecida y aceptada: La economía keynesiana.
La doctrina keynesiana estándar consiste en lograr un superávit presupuestario en tiempos de bonanza, y luego utilizar el gasto deficitario para estimular la economía en tiempos de crisis. Ese argumento tenía y sigue teniendo sentido lógico. Pero no se aplica al momento actual.
Un problema es que es difícil saber cuáles son los buenos tiempos y cuáles los malos. Tras la crisis del euro de 2011, hubo críticas generalizadas a Alemania por no haber gastado más para estimular otras economías europeas. Era evidente que la UE vivía malos tiempos. Los dirigentes alemanes insistieron en que había que ser prudentes y que era necesario ahorrar fondos para tiempos posiblemente más difíciles que se avecinaban. Pocos observadores del establishment angloamericano estaban convencidos.
Hoy en día, con la guerra en Ucrania en pleno apogeo y el suministro energético alemán en duda, ¿es tan obvio que la entonces canciller alemana Angela Merkel estaba equivocada? Y aunque lo estuviera, la insistencia alemana en la austeridad ya no parece tan descabellada. El futuro más cercano puede requerir grandes rescates energéticos un rescate italiano muy grande, por no mencionar los retos y gastos militares adicionales.
El punto general es que en tiempos volátiles, es difícil saber cuándo los déficits presupuestarios deben expandirse o contraerse. Esto no favorece necesariamente la austeridad actual, pero resta mucha confianza a las recomendaciones keynesianas estándar.
Un segundo problema de las recomendaciones keynesianas es que los gobiernos no hicieron lo suficiente para acumular superávit en los tiempos de bonanza. Por lo tanto, muchos gobiernos se están quedando sin espacio fiscal, o al menos los mercados lo perciben así. Incluso si la teoría keynesiana dice que deberían expandirse con su política fiscal, no siempre pueden hacerlo con impunidad.
La historia reciente del gobierno del Reino Unido es un ejemplo paradigmático. Bajo el mandato de la Primera Ministra Liz Truss, el plan consistía en aumentar el gasto en subvenciones energéticas y recortar algunos impuestos. Independientemente de lo que se pueda decir sobre los detalles de esas políticas, se ajustaban a la receta keynesiana para la expansión fiscal en tiempos difíciles (aunque cabe destacar que muchos de los principales economistas keynesianos se opusieron firmemente a ellas).
El problema es que a los mercados no les gustaron las políticas, y la libra esterlina cayó y los tipos de interés de los bonos del Estado subieron. Los mercados financieros se vieron sacudidos, y ahora los días de Truss han terminado.
Ahora Rishi Sunak es primer ministro. ¿Qué se supone que va a hacer exactamente? Puede que intente lo contrario del plan Truss, es decir, subir algunos impuestos y recortar algunos gastos, o al menos doblar a la baja las trayectorias del gasto futuro. Sin embargo, en términos keynesianos, esa política es desaconsejable. Es probable que el Reino Unido entre en recesión, y el Banco de Inglaterra ha declarado que puede ser la recesión más larga de la que se tiene constancia. ¿Es realmente prudente emprender la austeridad cuando los tiempos se vuelven malos?
Además, las cifras actuales no indican que el Reino Unido tenga que aplicar la austeridad. Su ratio deuda/PIB es de aproximadamente el 80%, lo que no es astronómico. Durante un tiempo, los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff trataron de convencer a la profesión de que los niveles de deuda son peligrosamente altos, con un 90% del PIB, pero esos argumentos fueron derribados por tener errores en los datos y ahora esas afirmaciones están desacreditadas. No es fácil argumentar ahora que una deuda sobre el PIB del 80% requiere austeridad.
Un último problema es que es probable que las tasas de inflación se mantengan relativamente altas durante algún tiempo. Soy relativamente optimista en cuanto a la capacidad de muchas economías occidentales para reducir la inflación hasta el 3% o el 4% en unos pocos años. Pero con esas tasas de inflación, la demanda nominal es bastante robusta, así que ¿por qué sería necesaria una política fiscal expansiva para impulsar los flujos de gasto nominal?
En una reciente entrevista, Sunak se negó a concretar sus planes fiscales. ¿Se le puede culpar? Los macroeconomistas ya no están para aconsejarle.
El gobierno británico parece estar en un estado de Zugzwang, un término de ajedrez para la situación en la que no hay un buen movimiento y, sin embargo, hay que hacer algo. El canciller Jeremy Hunt ha indicado que la austeridad será el camino elegido.
El establishment macroeconómico del mundo anglosajón no quiere admitirlo, pero la economía keynesiana ya no es una guía fiable para la política fiscal. La verdadera influencia la tendrá quien presente una alternativa creíble.
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Fuente / Autor: Advisor Perspectives / Tyler Cowen
https://www.advisorperspectives.com/articles/2022/11/14/not-even-keynes-can-help-us-now
Imagen: The Conversation
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