El oro ha vuelto al sistema monetario internacional. Hace más de 50 años, el presidente estadounidense Richard Nixon "cerró la ventana del oro" (puso fin a la convertibilidad a tipo fijo del dólar en oro), y el mundo dejó atrás su obsesión por los metales preciosos. Había comenzado una nueva era de moneda fiduciaria. Pero ahora, el dinero fiduciario está siendo desafiado por las preocupaciones fiscales y las nuevas tecnologías (blockchains/distributed ledgers), y el precio del oro ha alcanzado máximos históricos por encima de los 2.400 dólares la onza.
Los defensores del oro, por supuesto, sostienen que el metal sigue siendo una inversión ideal para preservar el valor a largo plazo. Pero es un error creer que el oro es el único estable. Al contrario, su precio mide una curva febril de discordia, con picos que indican una carrera por la seguridad en un mundo en el que otros valores están en peligro. El precio se desplomó en la década de 1990, cuando el final de la Guerra Fría -y el "fin de la historia"- había infundido una nueva sensación de paz y estabilidad. En el cambio de milenio, el precio estaba por debajo de los 300 dólares la onza, y su subida desde los años setenta fue inferior a la tasa general de inflación. Pero el precio se disparó tras la crisis financiera de 2008 y tras el estallido de la pandemia del COVID-19; y lo ha vuelto a hacer este año.
Gran parte de la mayor demanda de oro está impulsada por los bancos centrales. China, que tenía unas reservas de oro relativamente pequeñas de 395 toneladas en 2000, cuenta ahora con 2.260 toneladas. En particular, aumentó sustancialmente sus reservas de oro en 2009 y 2015, que ahora sabemos que fueron años decisivos para un mundo cada vez más escéptico sobre la globalización. Rusia y Turquía también empezaron a acumular enormes reservas después de 2015, y la misma tendencia se observa más recientemente en la Unión Europea, donde la República Checa y Polonia han aumentado sus reservas.
La preocupación por la seguridad está en el centro de la nueva política del oro. Cuando la República Checa ingresó en la OTAN en marzo de 1999, vendió inmediatamente casi todas sus reservas de oro. El mensaje no podía ser más claro: una garantía de seguridad fiable obviaba cualquier necesidad de defensa monetaria. Sin embargo, en el último trimestre de 2023, el Banco Nacional Checo compró 19 toneladas, y ha señalado su intención de elevar esa cifra a 100 toneladas. El mensaje esta vez es igualmente claro: la pertenencia a la OTAN no es suficiente. Y con su mayor proximidad a Rusia, Polonia también ha dejado claras sus motivaciones, hasta el punto de que el edificio del banco central luce actualmente un cartel gigante que anuncia que posee 360 toneladas de oro.
La asociación del oro con la seguridad tiene profundas raíces históricas en Polonia, donde fue fundamental para la idea original de la condición de Estado. Cuando se restableció Polonia tras la Primera Guerra Mundial - después de la destrucción de los imperios austriaco, alemán y ruso - su nueva moneda tomó como nombre la palabra polaca para "oro" (złoty). En septiembre de 1939, Polonia llevó a cabo una espectacular operación para evacuar su oro a Francia, a través de Rumanía, Turquía y Líbano. De este modo, se transmitió el mensaje de que Polonia seguía existiendo a pesar de la invasión alemana.
Pero el uso más notable del oro como fuente de estabilidad fue el experimento soviético de 1922. Impulsado por el líder bolchevique polaco más destacado, Félix Dzerzhinsky, jefe de la policía secreta, el Estado emitió chervonets (monedas de "oro rojo") para evitar la inflación.
Cuando el patrón oro surgió como base del orden monetario a principios de la década de 1870, inauguró un nuevo sistema político internacional. Un país tras otro -incluidos Estados Unidos, Alemania e Italia- querían estabilizar su moneda tras las destructivas guerras civiles. Al mismo tiempo, el anterior patrón monetario, la plata, estaba retrocediendo, tras la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana. Los franceses habían gestionado previamente un sistema conjunto de oro y plata, pero se vieron obligados a pagar una costosa factura de reparaciones en monedas de plata. La plata inundó el mercado y su precio se desplomó. Sólo quedaba el oro.
El abandono de un sistema monetario paralelo en plata en la década de 1870 podría ser un precedente para el mundo de 2024. Después de todo, se especula desenfrenadamente sobre el inminente destronamiento del dólar, que sería el equivalente moderno de la desmonetización de la plata. Desde 2020, el gobierno estadounidense ha estado acumulando grandes déficits fiscales, y ahora hay que considerar el riesgo de que una nueva administración Trump intente devaluar el dólar para destruir a los competidores extranjeros y crear más empleos estadounidenses. Además, también hay que preocuparse por la estabilidad del sistema financiero y por los propios esfuerzos de los rivales estadounidenses por sustituir al dólar.
La búsqueda de la estabilidad dorada es, pues, una respuesta a un mundo en cambio. Refleja la creciente convicción de que está surgiendo un nuevo orden político. El Nuevo Banco de Desarrollo (o "banco de los BRICS"), con sede en Shanghai, busca activamente un sustituto del dólar en forma de moneda sintética, y cada vez más países intentan unirse a la agrupación BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más Egipto Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos). Consideran que el billete verde es hoy el equivalente de la plata de finales del siglo XIX: una hegemonía monetaria anticuada.
Hace un siglo, cuando el mundo volvía al patrón oro tras la Primera Guerra Mundial, John Maynard Keynes describió el metal como una "reliquia bárbara", porque era la moneda del conflicto. Cuando vuelva la estabilidad política, el precio del oro bajará. Mientras tanto, los gobiernos y bancos centrales que hayan invertido en oro se habrán comprado una cobertura en un mundo inseguro.
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Fuente / Autor: Project Syndicate / Harold James
Imagen: Noble Gold Investments
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