Las deliberaciones de los individuos que determinan su conducta con respecto al dinero se basan en sus conocimientos sobre los precios del pasado inmediato. Si carecieran de este conocimiento, no estarían en condiciones de decidir cuál debe ser la cantidad adecuada de sus tenencias de efectivo y cuánto deben gastar para la adquisición de diversos bienes.

Un medio de cambio sin pasado es impensable. No hay nada que pueda entrar en la función de un medio de cambio que no haya sido ya previamente un bien económico al que la gente asignó valor de cambio ya antes de que fuera demandado como tal medio.

Pero el poder adquisitivo transmitido desde el pasado inmediato es modificado por la demanda y la oferta de dinero de hoy. La acción humana siempre está previendo el futuro, aunque a veces sólo sea el futuro de la hora inminente. El que compra, compra para el consumo y la producción futuros.

En la medida en que cree que el futuro será diferente del presente y del pasado, modifica su valoración y apreciación. Esto no es menos cierto con respecto al dinero que con respecto a todos los bienes vendibles. En este sentido, podemos decir que el valor de cambio del dinero de hoy es una anticipación del valor de cambio de mañana.

La base de todos los juicios sobre el dinero es su poder adquisitivo tal como era en el pasado inmediato. Pero en la medida en que se esperan cambios en el poder adquisitivo inducidos por el dinero, entra en escena un segundo factor, la anticipación de estos cambios.

El que cree que los precios de los bienes en los que se interesa van a subir, compra más de lo que hubiera comprado en ausencia de esta creencia; en consecuencia, restringe su tenencia de efectivo. El que cree que los precios van a bajar, restringe sus compras y, por lo tanto, amplía su tesorería.

Mientras estas anticipaciones especulativas se limiten a algunas mercancías, no provocan una tendencia general a la variación de la tenencia de efectivo. Pero es diferente si la gente cree que está en vísperas de grandes cambios en el poder adquisitivo inducidos por el dinero en efectivo. Cuando esperan que los precios monetarios de todos los bienes suban o bajen, amplían o restringen sus compras.

Estas actitudes refuerzan y aceleran considerablemente las tendencias esperadas. Esto continúa hasta que se alcanza el punto en el que no se esperan más cambios en el poder adquisitivo del dinero. Sólo entonces se detiene la inclinación a comprar o a vender y la gente comienza de nuevo a aumentar o a disminuir sus tenencias de efectivo. 

Pero si una vez que la opinión pública está convencida de que el aumento de la cantidad de dinero continuará y nunca llegará a su fin, y de que, en consecuencia, los precios de todas las mercancías y servicios no dejarán de subir, todo el mundo se muestra ansioso por comprar lo máximo posible y por restringir su tenencia de efectivo a un tamaño mínimo. En estas circunstancias, los costes regulares de la tenencia de efectivo se ven incrementados por las pérdidas causadas por la caída progresiva del poder adquisitivo. Las ventajas de la tenencia de efectivo deben pagarse con sacrificios que se consideran excesivamente gravosos.

Este fenómeno se denominó, en las grandes inflaciones europeas de los años 20, huida hacia los bienes reales (Flucht in die Sachwerte) o boom del crack (Katastrophenhausse). Los economistas matemáticos no logran comprender la relación causal entre el aumento de la cantidad de dinero y lo que llaman "velocidad de circulación".

La nota característica del fenómeno es que el aumento de la cantidad de dinero provoca una caída de la demanda de dinero. La tendencia a la caída del poder adquisitivo generada por el aumento de la oferta de dinero se intensifica por la propensión general a restringir las tenencias de efectivo que provoca. Finalmente se llega a un punto en el que los precios a los que la gente estaría dispuesta a desprenderse de los bienes "reales" descuentan hasta tal punto el progreso esperado en la caída del poder adquisitivo que nadie tiene una cantidad suficiente de efectivo a mano para pagarlos.

El sistema monetario se rompe; todas las transacciones en el dinero en cuestión cesan; un pánico hace que su poder adquisitivo se desvanezca por completo. La gente vuelve al trueque o al uso de otro tipo de dinero.

El curso de una inflación progresiva es el siguiente: al principio, la entrada de dinero adicional hace que los precios de algunas mercancías y servicios suban; otros precios suben más tarde. La subida de precios afecta a las distintas mercancías y servicios, como se ha demostrado, en diferentes fechas y en diferente medida.

Esta primera etapa del proceso inflacionario puede durar muchos años. Mientras dura, los precios de muchos bienes y servicios aún no se han ajustado a la relación monetaria alterada. Todavía hay personas en el país que no han tomado conciencia de que se enfrentan a una revolución de los precios que finalmente se traducirá en una subida considerable de todos los precios, aunque la magnitud de esta subida no será la misma en los distintos productos y servicios.

Estas personas siguen creyendo que los precios bajarán algún día. A la espera de ese día, restringen sus compras y, al mismo tiempo, aumentan sus reservas de efectivo. Mientras la opinión pública siga manteniendo estas ideas, aún no es demasiado tarde para que el gobierno abandone su política inflacionista. 

Pero entonces, finalmente, las masas despiertan. Se dan cuenta de repente de que la inflación es una política deliberada y que no tendrá fin. Se produce un colapso. Aparece el boom del crack. Todo el mundo está ansioso por cambiar su dinero por bienes "reales", sin importar si los necesita o no, sin importar el dinero que tenga que pagar por ellos.

En muy poco tiempo, en unas pocas semanas o incluso días, las cosas que se utilizaban como dinero dejan de servir como medio de intercambio. Se convierten en papel de desecho. Nadie quiere regalar nada contra ellos.

Así ocurrió con la moneda continental en América en 1781, con los mandatos territoriales franceses en 1796 y con el marco alemán en 1923. Volverá a ocurrir siempre que se den las mismas condiciones. Si hay que utilizar una cosa como medio de cambio, la opinión pública no debe creer que la cantidad de esta cosa aumentará más allá de todo límite. La inflación es una política que no puede durar eternamente.


Este artículo está extraído de La Acción Humana.


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Fuente / Autor: Mises Institute / Ludwig von Mises

https://mises.org/library/what-happens-when-public-realizes-inflation-will-get-worse

Imagen: Revista Análisis Financiero

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