Todos tenemos sesgos de comportamiento que influyen en nuestras decisiones de inversión. Y hasta ahora yo, como casi todo el mundo, pensaba que estos sesgos de comportamiento "están todos en nuestra cabeza": son producto de nuestro cerebro. Pero investigadores de la ETH de Zúrich y de la Universidad de Zúrich han demostrado ahora algo alucinante: Los prejuicios no sólo se crean en nuestra cabeza, sino mucho antes. Todo empieza en nuestros ojos.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores realizaron un sencillo experimento para provocar el sesgo de confirmación con 86 voluntarios. Para repetir, el sesgo de confirmación es nuestra tendencia a "ver" las cosas de forma que confirmen nuestros objetivos y creencias previas, ignorando o restando importancia a la información que las contradice.

En el experimento, se mostró a los voluntarios una serie de "parches de Gabor". Los parches de Gabor son patrones simples de líneas paralelas que pueden girarse. A lo largo de varias rondas, los participantes tuvieron que comparar dos parches de Gabor y decir cuál mostraba líneas más cercanas a un ángulo de 45 grados.


Ejemplo de parches de Gabor

Imagen que contiene Patrón de fondo

Descripción generada automáticamente

Fuente: Klement on Investing, Brown University


En la primera ronda, los voluntarios jugaron a este sencillo juego y recibieron 15 puntos por cada respuesta correcta. Después de una pausa, en una segunda ronda, se les pidió que compararan de nuevo los parches de Gabor, pero se les concedió un número creciente de puntos por cada respuesta correcta, empezando por 0 puntos y aumentando hasta 45 puntos. Además, a los voluntarios se les mostraron exactamente los mismos pares de parches en el mismo orden, por lo que realizaron la misma tarea dos veces, pero con un sistema de puntuación diferente.

Si las personas son imparciales, los resultados deberían haber sido los mismos en ambas rondas y no depender del sistema de puntuación. Sin embargo, en la segunda ronda con el sistema de puntuación variable, los participantes ajustaron inconscientemente sus percepciones para conseguir el mayor número de puntos posible. En cierto sentido, su precisión mejoró a medida que aumentaba lo que estaba en juego.

Vale, hasta aquí nada sorprendente. O, mejor dicho, si te sorprenden estos resultados, necesitas aprender más sobre finanzas conductuales.

Ahora pasemos a lo alucinante.

Hasta ahora, el experimento sólo mostraba que la percepción humana está sesgada hacia la consecución del objetivo de la persona. Para averiguar si este sesgo se crea en el cerebro o ya en la retina cuando ésta recoge la luz y la transforma en señales eléctricas para el cerebro, los investigadores hicieron algo realmente inteligente.

Un grupo de voluntarios repitió el experimento con la variable puntuación. Esta vez, la posición de la cabeza era fija y, en la primera ronda, los voluntarios decidían entre pares de parches de Gabor que se mostraban en la mitad superior de su campo visual. De nuevo, por cada respuesta correcta, obtenían un número creciente de puntos.

A continuación, en una segunda ronda, se mostró a los mismos voluntarios el mismo conjunto de parches de Gabor en el mismo orden y con el mismo sistema de puntuación. Pero esta vez, los parches se mostraron alternativamente en la mitad superior del campo visual y en la mitad inferior de su campo visual.

Nótese que, en la primera ronda, los voluntarios se habían entrenado en la mitad superior del campo visual, pero no en la mitad inferior. Al comparar la percepción visual de los parches de Gabor mostrados en la mitad superior frente a la mitad inferior, los investigadores pudieron identificar si la percepción de la misma imagen (y con el mismo sistema de recompensa) cambia cuando se muestra en un lugar diferente.

¿Y adivina qué? Para las imágenes mostradas en la mitad superior de su campo visual, los voluntarios actuaron de forma sesgada, maximizando sus puntuaciones. En el caso de las imágenes mostradas en la mitad inferior de su campo visual, este sesgo desapareció a pesar de que se mostraban las mismas imágenes y se podían obtener los mismos puntos.

Junto con las imágenes cerebrales, este experimento indica claramente que la percepción sesgada no se forma sólo en nuestro cerebro. De hecho, lo que parece ocurrir es que la retina de nuestro ojo ya actúa de forma sesgada y selecciona sólo la información que considera útil y la codifica en señales nerviosas que envía al cerebro.

Esto significa que nuestro cerebro no tiene más remedio que ser parcial. Y significa que no hay forma de desentrenar a nuestro cerebro de nuestros prejuicios (al menos en este caso concreto). Si el cerebro no recibe información objetiva sobre su entorno, ¿cómo va a hacer una evaluación objetiva? Literalmente, no podemos ser objetivos porque ni siquiera percibimos el mundo de forma objetiva, por no hablar de analizarlo objetivamente.

Y si eso no te deja boquiabierto, te pongo que has percibido esta información de una manera muy sesgada.


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Joachim Klement es un estratega de inversiones con sede en Londres que trabaja en Liberum Capital. A lo largo de su carrera profesional, Joachim se ha centrado en la asignación de activos, la economía, las acciones y las inversiones alternativas. Pero sin importar el enfoque, siempre miró a los mercados con la lente de un físico entrenado que se obsesionó con el lado humano de los mercados financieros. Comparte sus amplios conocimientos en su blog Klement on Investing.


Fuente / Autor: Klement on Investing / Joachim Klement

https://klementoninvesting.substack.com/p/its-not-just-in-your-head-its-in

Imagen: Vision Science Academy

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