Recientemente, en una cena, me pidieron que identificara el acontecimiento más significativo de la macroeconomía mundial que había presenciado durante mis tres años de estancia en Nueva York. Supongo que mucha gente señalaría la pandemia y los cambios estructurales que ha provocado en nuestra forma de trabajar y vivir.
Pero creo que la historia más grande es cómo la pandemia ha desencadenado un cambio de paradigma en la forma de distribuir los beneficios empresariales y los salarios en la renta nacional. A medida que esta megatendencia se invierta en EE.UU., la marea se inclinará a favor de una mayor inflación y los ciclos económicos serán más calientes pero más cortos, en mi opinión.
Para contextualizar, la proporción de los beneficios empresariales en el PIB ha seguido una trayectoria ascendente durante los últimos 40 años, mientras que la proporción de los salarios ha ido disminuyendo hasta hace poco. Al mismo tiempo, la desigualdad de ingresos ha aumentado considerablemente y la movilidad intergeneracional ha disminuido. Aunque estas tendencias son de carácter global, Estados Unidos ha estado sin duda a la cabeza.
Fuente: ZeroHedge, Morgan Stanley, wid.world
Con el paso del tiempo, estas tendencias se volvieron cada vez más insostenibles. Los llamamientos a la acción se hicieron más fuertes y una voz colectiva comenzó a abrirse paso en los círculos políticos. Cuando el peso de la recesión del COVID-19 recayó sobre todo en los hogares con menores ingresos, los responsables políticos se vieron impulsados a actuar.
¿Cómo abordan los responsables políticos estas cuestiones y cuáles son sus consecuencias?
A nivel macroeconómico, están apuntando explícitamente a una economía de alta presión. Basándose en la experiencia del ciclo anterior, creen que una economía de este tipo creará un crecimiento económico amplio e inclusivo, que ayudará a reducir el impacto de la recesión en los hogares con menores ingresos y a abordar el viejo problema de la desigualdad de ingresos.
La conducción de la política fiscal ha pasado de la austeridad al activismo. La respuesta fiscal a esta recesión es ya la mayor desde la Segunda Guerra Mundial, y los responsables políticos están trabajando en paquetes fiscales adicionales. La Reserva Federal ha reformulado ambos lados de su doble mandato, creando esencialmente un espacio para que las tasas de desempleo se muevan a la baja con el fin de asegurar que las ganancias en el mercado laboral puedan ser compartidas más ampliamente entre los grupos de bajos ingresos.
A nivel micro, los responsables políticos están interviniendo para atemperar los efectos adversos de las fuerzas del mercado. Los esfuerzos en curso para aumentar los salarios mínimos son un ejemplo de ello. Pero también habrá un creciente escrutinio del trío de tecnología, comercio y titanes, los factores clave que han frenado la participación de los salarios en el PIB. La anterior administración estadounidense ya había tomado un nuevo rumbo en materia de política comercial, y todo parece indicar que no se invertirá bajo la actual administración.
Al mismo tiempo, los responsables políticos se centran en los titanes empresariales y sus acciones. Estas empresas tienden a tener una alta concentración industrial y han reducido el poder de negociación de los trabajadores. Además, suelen tener una baja participación de los trabajadores en el valor añadido, y su proliferación también ha contribuido al descenso general de la participación de los salarios en el PIB.
En definitiva, a medida que los responsables políticos actúen para abordar la desigualdad de ingresos y garanticen un entorno de crecimiento inclusivo, la participación de los salarios en el PIB empezará a invertir su descenso de 40 años.
Fuente: ZeroHedge, Morgan Stanley, Haver Analytics, BLS, BEA
La inversión de esta megatendencia podría tener implicaciones de gran alcance para el panorama macroeconómico. Destacamos dos en particular.
En primer lugar, la marea está cambiando a favor de una mayor inflación. Llevamos hablando del retorno de la inflación desde mayo de 2020. Nuestra hipótesis de base es que la inflación subyacente del IPC de EE.UU. aumentará por encima del 2% anual (eliminando los efectos de base) a partir de abril de 2022. También vemos un riesgo real de que la inflación supere el 2,5% anual de forma sostenida.
En segundo lugar, los ciclos económicos podrían ser más calientes pero más cortos. Una economía de alta presión significaría un retorno más rápido al pleno empleo. Pero si se endurecen las políticas en una fase posterior de la recuperación, se corre el riesgo de que los cambios de postura política sean más perturbadores, truncando los ciclos económicos.
El estallido inicial de las medidas políticas decisivas ha puesto a Estados Unidos en un nuevo rumbo. En el futuro, el grado de penetración y persistencia de estas medidas determinará hasta dónde llega la economía estadounidense en esta nueva dirección. Si bien la inversión de las megatendencias podría ser perturbadora, esta corrección del rumbo sentará las bases para una trayectoria económica más equilibrada y sostenible a largo plazo.
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Fuente / Autor: ZeroHedge / Chetan Ahya
Imagen: freepik
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