El Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, merece todos los elogios por su reciente viaje a Ucrania y Polonia para conmemorar el primer aniversario de la invasión rusa a gran escala. El viaje de diez horas en tren de Biden desde la frontera polaca hasta Kiev, una hazaña nada desdeñable para un dirigente octogenario, se adelantó por completo a los planes propagandísticos del Presidente ruso Vladimir Putin para la ocasión. Fue un gran día para Ucrania, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Pero cuando, durante un discurso en el Castillo Real de Varsovia, Biden afirmó que las actuales sanciones a Rusia representan "el mayor régimen de sanciones jamás impuesto a ningún país en la historia", su afirmación, aunque exacta, también era engañosa. Las sanciones que Estados Unidos ha aplicado en otros lugares, por ejemplo, a Corea del Norte e Irán, han sido mucho más severas que las actuales sanciones a Rusia, porque incluyen sanciones secundarias a terceros países que siguen comerciando con esos regímenes. En el caso de Rusia, esto no ha hecho más que empezar.

Por ahora, Rusia sigue vendiendo petróleo a India y China y comprando frutas y verduras frescas a exportadores israelíes. Además, una gran parte del comercio se realiza a través de los llamados transbordos. Sin duda, las exportaciones europeas a Rusia han caído en picado a causa del régimen de sanciones. Pero al mismo tiempo, el volumen de comercio entre Rusia y países como Turquía, Armenia, Kazajstán y Kirguistán se ha disparado.

En consecuencia, las sanciones no han afectado a la economía rusa con la dureza ni la rapidez esperadas. En los primeros días de la guerra, Estados Unidos sorprendió incluso a los veteranos de las finanzas internacionales cuando congeló rápidamente 300.000 millones de dólares de las reservas oficiales de divisas de Rusia. Cuando Apple Pay y Google Pay fueron suspendidos en Rusia, muchos esperaban que el metro de Moscú se paralizara. Pero mientras se preveía que el PIB de Rusia se contraería al menos un 10%, el Fondo Monetario Internacional estima ahora que la economía rusa se contrajo algo más del 2% en 2022, e incluso espera que crezca ligeramente este año.

Sin duda, hay muchas razones para ser escépticos con las cifras del PIB, que para el Kremlin no son más que una herramienta de propaganda para convencer a los países europeos y a sus aliados de que las sanciones les perjudican más a ellos que a Rusia. No obstante, está claro que el actual régimen de sanciones no ha logrado devastar la economía rusa, como esperaban los dirigentes occidentales. 

Pero las sanciones económicas por sí solas nunca iban a ser suficientes para derrocar el régimen de Putin. Después de todo, la única razón por la que las sanciones tuvieron éxito en Sudáfrica en los años ochenta y principios de los noventa fue que el mundo estaba en gran medida unido contra el apartheid sudafricano. Pero eso fue claramente una excepción a la regla.

Donde las sanciones han sido realmente importantes es en el campo de batalla. Aunque no han sido tan devastadoras económicamente como algunos esperaban, las sanciones occidentales sobre tecnología y componentes militares han reducido la capacidad de Rusia para reponer sus reservas de misiles de alta precisión. Aunque algunos de los chips informáticos utilizados en equipos civiles y militares seguramente han llegado a Rusia, no cabe duda de que las dificultades para obtener chips especializados han pasado factura.

Pero eso no basta. Las sanciones no impidieron a Rusia encontrar suficientes chips para cubrir amplias zonas de Ucrania con minas terrestres inteligentes. Según algunas estimaciones, el 30% de Ucrania está ahora cubierto de minas, sobre todo el noreste. Estos artefactos, prohibidos por el Tratado de Prohibición de Minas de 1997 (del que Rusia no forma parte), podrían obstaculizar la recuperación de Ucrania durante años. Y Rusia lo ha conseguido sin que China le suministre abiertamente tecnología militar, un escenario de riesgo que el gobierno de Biden ha destacado recientemente.

Puede que Biden se equivocara al describir el régimen de sanciones liderado por la UE y Estados Unidos como el más amplio jamás impuesto a ningún país, pero no iba del todo desencaminado. Las sanciones financieras, en particular, son amplias y complejas, y algunas de ellas afectan incluso al propio Putin. Pero las sanciones se han diseñado para que Rusia pueda seguir exportando con relativa libertad todo lo que no sea petróleo (para el que sigue teniendo muchos compradores). Por ejemplo, resulta extraño que Estados Unidos, que obtiene casi el 20% de su electricidad de la energía nuclear, siga importando uranio ruso.

Rusia tenía importantes superávits comerciales antes de la invasión, por lo que sigue teniendo un amplio acceso a divisas fuertes para las importaciones, aunque tenga que pagar más por desviarlas, y aunque la gama de bienes que puede comprar haya disminuido. Para apretar las tuercas al régimen de Putin, Estados Unidos y sus aliados deben tomarse en serio las sanciones secundarias.

Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Aunque algunos han sugerido que las sanciones secundarias podrían desencadenar una recesión mundial, es probable que tales temores sean exagerados. La cuestión más importante es que los países no alineados, como India, y los aliados de Rusia, como China, no comparten la indignación moral de Occidente por la invasión de Ucrania. La imposición de sanciones secundarias podría acelerar el proceso de desglobalización que ha sido objeto de muchos análisis durante el último año (aunque hasta ahora en gran medida ausente de las cifras comerciales).

Aunque lo más probable es que Biden y la OTAN intenten evitar este desenlace, podrían verse empujados a cruzar el Rubicón si, por ejemplo, Putin utiliza un arma nuclear táctica en Ucrania. Muchos comentaristas creen que este escenario de "Armagedón" nunca ocurriría, y espero que tengan razón. Pero si Putin se ve acorralado (quizás tras una ofensiva de primavera ucraniana) y da ese paso, se esperaría que China e India dejaran de comerciar con Rusia. Si se negaran, Estados Unidos y sus aliados no tendrían más remedio que imponer el régimen de sanciones más severo que el mundo haya visto jamás.


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Kenneth Rogoff, es profesor de economía y política de la Universidad de Harvard y ganador del Premio del Deutsche Bank de Economía Financiera en 2011. Fue el economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003. Es coautor de This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly y autor de The Curse of Cash.


Fuente / Autor: Project Syndicate / Kenneth Rogoff

https://www.project-syndicate.org/commentary/why-western-sanctions-failed-to-devastate-the-russian-economy-by-kenneth-rogoff-2023-03?barrier=accesspaylog

Imagen: ejinsight.com

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