Tres factores han influido mucho en el panorama financiero de los últimos 12 meses: el optimismo tecnológico centrado en la IA, la esperanza de re equilibrio entre las acciones tecnológicas y el resto y el aumento de los rendimientos de la deuda pública. Los tres seguirán en juego este año, pero de un modo que sugiere una mayor volatilidad y la necesidad de un replanteamiento inversor que incorpore un universo más amplio de oportunidades tanto en los mercados públicos como en los privados.

El optimismo sobre el potencial de mejora de la productividad de las interesantes innovaciones tecnológicas se refleja en la medida en que un puñado de empresas ha liderado la subida del índice S&P 500 de un nivel récord al siguiente. Es un sentimiento bien fundado, dadas las muchas formas en que la inteligencia artificial mejorará lo que hacemos y cómo lo hacemos. También está justificado por la velocidad a la que se producen los avances. El dinero que se invierte en el sector y la frecuencia de las actualizaciones hacen que algunos miembros de la industria admitan que no están seguros de dónde estará la tecnología en los próximos dos años.

De cara al futuro, es probable que este optimismo se vea amplificado no sólo por la aplicación más amplia de la IA generativa, que se considera mejor como una tecnología de uso general, sino también por los avances en otras áreas de la IA. Además, los trabajos en curso en el campo de la computación cuántica y las ciencias de la vida son prometedores. Los próximos años serán especialmente importantes por la interacción entre la inteligencia artificial general, la cuántica y las ciencias de la vida.

El carácter concentrado del repunte bursátil ha dado lugar a varias dispersiones de valoración inusualmente amplias. Entre ellas cabe citar la de las tecnológicas frente al resto del mercado, la de la renta variable estadounidense frente a la extranjera y la de la renta variable estadounidense frente a la renta fija. Al desencadenar varios fenómenos inusuales, incluida una prima de riesgo negativa para la renta variable, estas divergencias han llevado a algunos en el mercado a esperar una nivelación, tanto dentro de EE.UU. como a escala internacional. Vemos esto reflejado en el importante flujo de fondos hacia índices de renta variable más amplios, los mercados de renta fija y, cada vez más, las acciones no estadounidenses.

Sin embargo, la convergencia esperada dista mucho de ser automática. Para que el resto del mundo alcance a EE.UU., necesitamos ver reformas orientadas al crecimiento que mejoren los fundamentos económicos en Europa, China y varias economías emergentes. En el caso de la Unión Europea, esto requiere un fuerte liderazgo político, en particular de Francia y Alemania, ambos obstaculizados por incertidumbres políticas.

La convergencia también depende de que se sorteen las medidas políticas que podrían empeorar los vientos en contra del crecimiento a escala internacional. Por eso los mercados prestan tanta atención a los anuncios estadounidenses, así como a la orientación de la Reserva Federal.

Los rendimientos de la deuda pública estadounidense ya han subido debido a una actividad económica más fuerte de lo previsto y a una inflación más bien rígida. A ello se ha unido la constatación de que la Reserva Federal no podrá recortar los tipos de interés tanto y tan rápido como muchos habían previsto hace unos meses.

La inesperada subida de los rendimientos en EE.UU. también ha provocado un aumento de los rendimientos en otras economías avanzadas, en particular en el Reino Unido, que es más vulnerable a los efectos de contagio procedentes del extranjero debido a sus problemas internos. También ha afectado a las economías emergentes, incluidas las que pensaban haber creado un margen considerable para reducir los tipos de interés. En conjunto, estos factores están frustrando la alineación ordenada de la economía mundial, que normalmente vería a las economías rezagadas salvar gradualmente la distancia que las separa del excepcionalismo económico estadounidense. Si persiste, esta atonía podría incluso socavar la economía estadounidense.

Cuanto más se examinan estos tres rasgos destacados del panorama financiero de los últimos 12 meses, más apunta el análisis a la probabilidad de que se avecine una volatilidad significativa. Al fin y al cabo, las condiciones que garantizarían un traspaso ordenado y solidario a la renta variable no tecnológica e internacional distan mucho de ser automáticas. Estas dinámicas endógenas intrínsecamente complicadas se ven agravadas por las incertidumbres políticas y geopolíticas.

En este entorno, los inversores deberían estar abiertos a una evolución continua de los enfoques de inversión y no optar simplemente por posicionarse para la reversión a la media. Dicho de otro modo, la reciente gran adición de valor que ha supuesto la adopción de una fuerte superposición temática a la exposición general al mercado, en particular la IA, podría evolucionar hacia una especificidad aún mayor en la selección de nombres.

Este es un mundo que favorece la gestión activa frente a las estrategias pasivas basadas en índices. Los inversores también deberían tratar de beneficiarse de una gama más amplia de oportunidades de inversión, incluida la superación de los fallos tanto del mercado como institucionales mediante la aplicación de técnicas de mercado desarrolladas a los mercados de crédito privados de las economías emergentes. También deberían tratar de aventurarse más en áreas oportunistas como la financiación de litigios que no se mueven en sincronía con el mercado en general.


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Fuente / Autor: Advisor Perspectives / Mohamed A. El-Erian

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Imagen: Ropes & Gray LLP

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